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viernes, 13 de diciembre de 2013

APENDICE III: PROBLEMAS

Cassius estaba en el Armorium. Le gustaba ir allí, estaba solo y tranquilo. Además así se despejaba un poco. Examinaba las armaduras y armas que estaban allí. Algunas eran verdaderas reliquias, anteriores a la Herejía e incluso algunas a la Gran Cruzada.
Desde la partida de Loken, Nero y los demás, los Lobos Lunares estaban fuera de sitio. Tarik no hacia tantas bromas, Andalecius estaba más callado que de costumbre y hasta Kernya parecía estar preocupado.
Radiax hacia un esfuerzo increíble por mantener a los Lobos juntos. Desde que habían sido oficialmente aceptados en el seno del Imperio como Capítulo Astarte,  las cosas habían cambiado mucho. Pero el recelo, la mirada inquisitiva de Terra estaba siempre puesta en ellos. Para ciertos personajes siempre serian traidores al Imperio.

Allí Cassius olvidaba todo y se centraba en sus herramientas de combate. Observaba los nuevos bolters, retocados por Arteus y las armaduras que había construido con trozos dispares de otras. Esas eran armaduras artesanales, que podían llevar los capitanes de compañía. Y también estaban las otras. Las nuevas armaduras de exterminador. Esas eran más artesanales aún.
Garro les había donado varias inservibles de los Caballeros y Arteus las estaba adaptando para un par de escuadras de la Compañía Exterminadora.
Observaba como este, con una habilidad extrema reparaba las armaduras, sellándolas. Junto a su banco de trabajo tenia también varias armas, bolters pistolas y algunas espadas. Empuño una de las espadas. Intento encenderla pero no funcionaba.
      -          Esta estropeada, capitán- dijo Arteus con esa voz metálica que siempre tenía, incluso sin el casco. El sintetizador vocal que llevaba en la garganta le hacía hablar de esa forma.
      -          No funciona la capsula de energía- le contesto Cassius.
Aquella espada había sido suya. La reemplazo por una espada sierra que era un regalo de Sicarius, capitán de la Segunda Compañía de Ultramarines.
Y entonces se acordó de Titus.
Titus no estaba ya en los Ultramarines, lo habían expulsado. Los cargos que presento Leandros contra él lo habían sentenciado.
No conocía a Leandros, aunque había oído hablar de él, mientras estuvo con los Ultramarines. Había sido uno de los reclutas más laureados de los Ultras. Seguía el Codex al pie de la letra. Una vez le dijo Sidonius que seguro que el chico iba con el Codex bajo el brazo a las batallas del campo de prácticas.
Sidonius no estaba tampoco. Su viejo sargento había caído, muerto en Graia, en brazos de Titus, quien se lo conto.

Los tres pasaron buenos ratos juntos en el tiempo que estuvo  allí. Lo habían asignado a la escuadra Sidonius, de la segunda compañía. Titus era también un sargento, pero de la escuadra Titus, una de las tácticas, en teoría, de los Ultras. En teoría por que Titus era el más heterodoxo de todos los Ultramarines.
Siempre recordaría el asalto de Michalenius. Sicarius fue asignado a una misión en la cual, un gobernador rebelde independizo el planeta. Habían montado una defensa antiaérea terrestre increíble y varias gigantescas barcazas de asalto fueron destruidas. La Guardia Imperial no podía aterrizar sus tanques, ya que los disparos de las defensas causaban daños a las gigantescas naves de desembarco. Sospechaban que los Guerreros de Hierro habían construido aquellas defensas, así que la Segunda Compañía fue movilizada.

Cassius iba en la nave con la Segunda. Él y Sidonius estaban revisando las armas y armaduras cuando entro en la armería Titus. Con su armadura azul oscuro era mítico en la Segunda. Aunque nunca le habían asignado ninguna misión importante, era uno de los sargentos veteranos, junto con Sidonius que siempre estaba en las reuniones con Sicarius.
Se acercó a los dos y con un gesto adusto les indico que quería hablar con ellos en privado. Sidonius conocía muy bien el gesto.

     -          Ninguna nave puede entrar en la atmosfera- dijo Titus.
     -          Seguramente el capitán lanzara las capsulas de desembarco- dijo Sidonius-, es lo más lógico.
     -          Según inteligencia, hay lanzamisiles caza naves instalados en el planeta- le contesto Titus- pero hay otra forma de bajar al planeta.
     -          ¡No lo digas, Titus, conozco esa mirada!
    
     Cassius recordaba la mirada de Titus. Nunca la olvidaría. Sabía que el sargento está planeando algo y algo bastante peligroso. Titus, cuando él llego a Macragge, lo había interrogado sobre su capítulo. Estaba interesado por la forma de combate, ya que había leído muchos informes de batalla sobre los Lobos Lunares e Hijos de Horus. Cassius le explico muchas tácticas de combate, que les había enseñado tanto Loken como Vipus. Si bien algunas eran totalmente opuestas a la ortodoxia de los Ultramarines, otras eran muy parecidas a las que usaban estos.
      Las charlas fueron bastante productivas, tanto para él como para Titus, ya que este le explico formas de ataque y defensa que desconocía, sin duda las que le impresionaron fueron las de la Sexta Compañía. Sobre todo el Descenso de los Ángeles. Cuando le explico lo que era, Titus dijo que aquello era muy irregular según el Codex Astartes.
      Lo bueno era que ahora él, Titus, era lo que proponía.
      -          La idea es lanzar a cuatro escuadras de marines desde una nave con retro reactores  armados con armas básicas- dijo Titus mirando a Cassius.
v    -          Necesitaríamos explosivos para destruir las defensas antiaéreas- dijo Cassius.
      -          Está previsto, llevaremos con nosotros granadas de fusión, con ellas haremos una punta de lanza y destruiremos las defensas de ese sector- dijo Titus-, nada más las tomemos, desde la nave se lanzara una capsula cargada de armas.
      -          La idea es una locura- dijo Sidonius-, lanzar una nave cargada de marines, abandonarla y lanzarse tres mil metros en caída libre.
      -          Se puede hacer- dijo Titus-. Si los Sangrientos lo hacen, ¿Por qué no nosotros?
      -          Es sabido que los Sangrientos están locos- le contesto Sidonius.
      -          Fabricio y Arnaldo lo ha hecho muchas veces- dijo Cassius-. En varias misiones de los Lobos se ha hecho y ha salido bien, no desde tres mil metros, sino incluso desde cinco mil. Eso sí, yo nunca lo he hecho.
      -          Hay una Stormeagle bastante cascada en el hangar. Esta que se cae, es chatarra. Podemos usarla para entrar en el planeta, dejarla en automático y lanzarnos. A mil metros conectamos los retroreactores y aterrizamos. Sí, hay una caída libre de tres mil metros, pero las defensas no nos detectarían. El plan es bueno. Atacamos, destruimos y dejamos una zona de aterrizaje para las tropas.
      -          Un ataque quirúrgico- dijo Cassius.
      -          Si- le respondió Titus-, es un ataque muy al estilo de tu Capitulo.
     Cassius sonrió. Recordó cuando le contó al sargento el ataque de 69-13.
     -          Algo parecido.
     -          Sigo diciendo que es de locos- volvió a decir Sidonius- . Según el Codex, deberíamos de intentar con aeronaves destruir primero el perímetro. Es más una misión de la Décima que de otros. Mandarlos en una capsula al planeta con capas de sigilo. Eso o intentar un ataque orbital
     -          Es un perímetro muy cerrado. Además mandar a esos chicos en capsulas seria mandarlos a una muerte segura por los misiles. Y un ataque orbital sería peligroso para las naves de combate. Solo queda una opción.
     -          ¿Has hablado con el capitán de esto?- dijo el viejo sargento, cambiando el tono de su voz.
     -          No, no he hablado con él. Por eso te lo cuento a ti.
     -          Tampoco se lo has dicho al resto, ¿no?, quieres que yo los convenza.
     -          Si tú no los convences nadie lo hará. Y creo que a ti si te he convencido, Sidonius.
     Recordaba el interior de la destartalada nave. La nave estaba medio destruida, ya que la habían machacado a base de bien. Era uno de los primeros modelos, de finales  de la Gran Cruzada y antes de la Herejía.  Si por fuera era lamentable el estado, por dentro era aún peor. La mayoría de los paneles estaban arrancados, ya que de ella habían aprovechado para sacar piezas para otras naves más modernas. Aun así, su sistema de navegación, motores y sistema de soporte vital estaba en condiciones para ser usado.
     Las escuadras de marines azul cobalto se apretujaban unas al lado de otras. Cassius llevaba una armadura del mismo color. Solo una cosa denotaba su pertenencia a los Lobos Lunares y esta era que una de las hombreras estaba pintada de blanco, pero no llevaba ningún distintivo de la Legión. Loken había sido bastante inflexible en eso, nadie debía de ver el símbolo que estaba prohibido por Terra. Solo Sidonius, Titus y el capitán de la Segunda compañía sabía quién era, para el resto solo era un nuevo recluta recien ascendido de la Décima compañía.

      Recordaba los vaivenes de la nave al entrar en la atmósfera y como, pocos segundos después, Titus y Sidonius dieron las órdenes para ponerse los retros.
     Después, casi como en un sueño, se vio en el aire, rodeado por los que eran sus compañeros. El descenso, en caída libre, era algo que jamás olvidaría. Llevaba sus brazos pegados a su cuerpo y el bolter descansaba en una de sus piernas, sujetado magnéticamente. En el cinturón llevaba un arma de combate y una pistola. El casco amortiguaba el sonido de la atmosfera. Y vio como, por el rabillo de una de sus lentes, la antigua nave era derribada por las armas antiaéreas que estaban en tierra.
  
     Titus iba en vanguardia, seguido por su escuadra y después la de Sidonius, donde estaba él. Escucho la voz del veterano marine espacial impartir órdenes.
     -          Preparados para conectar los impulsores. Estamos a quinientos metros del punto. A mi orden, ¡YA!
    Cassius conecto el impulsor. También el resto de los componentes de la escuadra. Estaba volando, aunque más bien lo que hacía era frenar la velocidad de crucero a la que habían sido depositados en la atmósfera. Empezó a notar como la ceramita de su armadura se calentaba.
     La llegada a tierra fue bastante espectacular. Las escuadras aterrizaron sin problemas, aunque alguno tuvo que esquivar algunos árboles y terrenos que podían significar peligro.
     Dejo el retro en tierra y rápidamente saco su bolter y apunto en el perímetro. El resto de los marines hizo lo propio. Sidonius estaba a su lado, esperando órdenes. Titus apareció pocos minutos después, con su escuadra.
     -          El plan es acabar con las defensas antiaéreas situadas aquí, aquí y aquí- dijo el sargento señalando tres puntos cercanos- . Si destruimos esos puntos, podrán lanzar la capsula con armas pesadas y explosivos.
     -          ¿Hostiles?- dijo el veterano sargento.
     -          Solo por ahora Guardias traidores, armados con láser y armas automáticas. Pero si se ponen las cosas feas puede que aparezca algo peor. Por lo que he podido ver cuando descendía, las defensas tienen pintas de haber sido construidas por los Guerreros de Hierro, así que no sería de extrañar que hubiera algunos.
     -          Pongámonos manos a la obra- dijo Sidonius- Mi escuadra se encargara del punto alfa. Tú encárgate del beta y Marius del gamma. Titus asintió.

     Cuatro de los marines de la escuadra llevaban las bombas de fusión, capaces de destrozar un blindado. El resto los cubría.
     Cassius miraba atentamente, no fuera a aparecer algún visitante inesperado. Las órdenes eran claras y precisas, no usar armas de fuego, solo armas de combate. Aunque no la necesitaba, ya que a un traidor humano lo podía matar solo con sus manos desnudas. Los marines espaciales, ya sin armas, eran de por si un arma, ya sea por su fuerza, incrementada por la servo-armadura que portaban. Los sistemas del casco lo ponían sobre alerta, ya que podían detectar a varios cientos de metros a su alrededor todo lo que había. Tranquilidad en ese momento, demasiada tranquilidad.
     De pronto detecto algo, algo que se movía hacia su zona de vigilancia. Detectaba varias formas humanoides que se acercaban.
     -           Sargento- dijo Casius-. Detecto formas humanoides acercándose.
     -          ¿Estimación de fuerzas?
     -          De entre cinco a diez, no puedo detectarlas correctamente, ya que la vegetación camufla sus señales.
     -          Nos haremos cargo de esto. Vamos para allá.

La patrulla iba sin mucha prisa andando. Nada más verlos podías intuir que no eran leales al Imperio. Sus uniformes, que en otro tiempo estaban impolutos y con águilas bicéfalas, eran casi unos harapos. Llevaban una armadura anti-frag hecha de trozos metálicos bastante dispares. Sus cascos les cubrían el rostro, ya que eran máscaras que destilaban odio. Eran como calaveras metálicas esculpidas en sus rostros. Sus armas estaban en buen estado, pero algunas ya empezaban a verse signos de corrosión.
Su líder, que parecía ser un sargento, los guiaba e intentaba mantener un aire marcial en ellos. Desde luego no eran soldados, eso saltaba a la vista. Seguramente habían sido reclutados después de la rebelión.
Cassius los observaba y junto a él Sidonius y tres marines. Por señas de combate, el sargento dio las órdenes precisas, solo usarían armas de combate.
Cuando se dieron cuenta una marea de color cobalto los rodeó. Antes de que pudieran reaccionar, cinco de los rebeldes fueron eliminados.  El líder intento sacar su arma laser, pero Sidonius, de un mortal puñetazo le rompió la garganta, muriendo ahogándose en su propia sangre.
Cassius mato con su cuchillo de combate a un par de enemigos. No fue muy difícil, ya que los rebeldes estaban más que asustados, aterrados, al ver a los marines.
Sin mucho cuidado escondieron los cuerpos. Había sido muy fácil eliminarlos.
En ese momento Sidonius oyó en su comunicador como decían el resto que habían terminado de colocar las cargas.
      -          Retirada- dijo tranquilamente a la escuadra-, el trabajo ya está hecho.

Cassius nunca olvidaría lo que sucedió después. Las cargas estallaron destrozando las defensas antiaéreas. La explosión hizo que entonces estuvieran al descubierto. Pero estaban preparados para la contingencia.
Vieron como varios pelotones de soldados se acercaban al sector. Cargo su bolter y apunto.
Los soldados rebeldes caían bajo el fuego de las armas de los marines, destrozados. Sus cuerpos se convertían en masas sanguinolentas, rotas por el impacto de los proyectiles explosivos de los bolters.
En ese momento oyó el ruido. Venia del cielo, de encima de sus cabezas.
Miro y vio como una estela azul aterrizaba a varios cientos de metros de su posición. Eran las armas, la punta de lanza del resto de los Ultramarines.

Al llegar a la capsula se repartieron las armas. El cogió una espada sierra, además de varios cargadores de munición para su bolter. Otros hermanos de batalla cogieron armas pesadas, varios rifles de plasma y de fusión, así como algún lanzallamas. Pronto las escuadras estaban completas y armadas, listas para el combate.

La explosión de las defensas, además de alertar a los soldados rebeldes también alerto a quienes las habían construido. Como había deducido Titus, los Guerreros de Hierro, los descendientes de Perturabo estaban en ese planeta. No eran muchos, unos cincuenta, y rápidamente se dirigieron hacia el lugar donde habían estallado las cargas de fusión.
Pero allí les esperaban las escuadras de Ultramarines.
El combate no sería tan fácil como contra los soldados. Era un enfrentamiento de iguales, de marine contra marine.
Los caóticos fueron recibidos por sorpresa por una tormenta de fuego. Varios de ellos cayeron bajo el eficaz fuego de los Ultras.
Aquello,  los enfureció aún más. Comenzaron un intercambio de disparos. Varios de los Ultramarines cayeron muertos, o con heridas lo suficientemente graves como para que no fueran considerados amenazas.
La situación era bastante peligrosa. No era crítica, ya que los marines leales mantenían la línea defensiva, pero los caóticos, los superaban en número y en armamento. Y de eso se dieron cuenta cuando un disparo vaporizo a varios marines. Tenían un Land Raider que les estaba apoyando. Aquel disparo había sido un de fusión. Los caóticos, con el apoyo de los lasers pesados del vehículo avanzaban disparando sus bolters, a los que respondían los Ultramarines. Por cada uno que caía de ellos, un caótico mordía también el polvo, ya fuera por los impactos de una ráfaga de bolter o por una descarga de un arma de plasma o fusión.
Pronto estaban a corto alcance. Cassius se colgó el bolter y empuño su espada, dispuesto a defenderse. Eran superados en número, pero la carga de los Ultramarines fue violenta y brutal. Algunos cayeron por los disparos a corta distancia de los Guerreros de Hierro.
Cassius se defendía con su espada sierra, dando círculos a su alrededor. Uno de los caóticos había caído bajo el tajo propinado por su arma, pero otros dos se acercaban a él, uno empuñando un cuchillo de combate de aspecto amenazador y ajado. El otro empuñaba un arma de energía, un hacha, en la cual reverberaba maligna.

El primero en atacar cayó bajo la sierra de espada. El cuchillo de combate no era un arma contra una espada.
El que estaba armado con el hacha le ataco sin dejarle respirar. Alzo la espada y paro el golpe del arma.
Evaluó la amenaza. Eso era algo que siempre les había dicho tanto Loken como Vipus. La mejor forma de vencer a un enemigo es conocerlo.
La armadura que llevaba era una irreconocible Hierro, bastante antigua, anterior a la Herejía, y bastante mal conservada. Vio los cables que salían de la armadura, ese era uno de sus puntos débiles, además de las juntas entre las placas de ceramita.
El caótico volvió a atacar, pero Cassius lo esquivó y le propino un golpe con su espada que lo desequilibro. Ahora fue el quien ataco con la espada, alcanzándole el casco.
Los dientes de la sierra chirriaron al encontrar la ceramita. Trozos de esta salían despedida, pero solo de forma superficial.
El enemigo reaccionó al ataque intentando cortar con el arma de energía, pero Cassius lo evito, pero no pudo esquivar el golpe que le propino con el asta del arma, en plena gorguera, lo cual hizo que saliera despedido.
Sintió como volaba y caía al suelo. Aunque la armadura había aguantado el golpe, se sentía aturdido, además que seguramente que el golpe brutal había dañado alguno de los sensores del casco. Con rabia, se quitó el casco y lo tiro. Vio que el golpe del hacha lo había destrozado.
Aún aturdido vio cómo su enemigo se acercaba a él. Lo subestimaba, pensaba que estaba derrotado, que ya no podía vencerle. Iba a lanzar su mortal ataque con el arma.
Pero Cassius noto en su mano la espada sierra. El caótico se había descuidado, dejando al descubierto el punto donde tenía que impactar.
Casi inconscientemente, desde el suelo, giro la espada sierra y esta corto el punto débil de la armadura del Guerrero de Hierro. Sintió como los dientes de la sierra cortaban cables, ceramita y algo que era más débil, carne. El ruido del arma se mezclaba con los gritos del caótico.
Aún desde el suelo empujaba el arma, atravesando el cuerpo y cortando todo lo que encontraba a su paso. El enemigo, gritaba y acercaba el hacha de energía peligrosamente al rostro del Lobo Lunar.
Entonces, dando una patada, el enemigo cayó para atrás. La espada estaba tan hundida en la masa que formaba el cuerpo y la armadura, que el impulso lo levantó del suelo y lo hizo rodar junto al caótico.
Cassius soltó el pomo de la espada y se detuvo agachado. El caótico estaba tirado, atravesado por la espada. Miro a su alrededor y vio como un par de enemigos más se acercaban a él.
Empuño su bolter y disparó.

O por lo menos debió de haber pasado. No tenía munición y los enemigos aproximándose demasiado como para cambiar de cargador. Cogió la pistola bolter y apuntó.

El primer impacto dio de lleno en el primer caótico, en el casco, que se lo destrozo. El segundo impacto le destrozo el rostro.
Apunto al segundo y disparo repetida veces. Algunos impactos dieron en la armadura, otros en una de las hombreras, pero otros habían penetrado por partes débiles de la armadura, y estos causaron daño, bastante daño al caótico que sangraba abundantemente. Una sangre negra. Empuñaba un bolter, pero no llego a dispararlo, ya que cuando Cassius creía que todo estaba acabado, el filo relampagueante de una espada de energía  apareció en su torso.
Aquello si termino con él. Detrás, empuñando la espada apareció Titus. Su armadura azul cobalto era prácticamente roja oscura. Sin duda había matado a muchos enemigos, ya que la sangre de ellos la cubrían.
Se acercó a Cassius y le hablo.
      -          ¿Estás bien?
Cassius asintió. Se levantó y miro al cielo. Vio en el cómo, lágrimas ardientes, caían  sobre el planeta. La invasión había comenzado.



Una voz lo saco de su anonadamiento. Miro y vio el rostro de Tarik, que estaba junto a él. Decía algo, pero no lo oía.
     -          Cassius, estaba intentando ponerme en contacto contigo- logro entender al fin el Lobo Lunar.
     -          Perdona, Tarik. ¿Qué sucede?
     -          Hay órdenes, debemos de ir a la sala de reuniones.
Aquello hizo reaccionar a Cassius. El semblante de Tarik era muy serio. Algo grave estaba pasando.


Kernya estaba absorto.
Era algo normal en él. Desde la partida de los supervivientes de Isstvan, algo le estaba pasando a la Legión. No era solo a él, era a todos. Su inteligencia biomecánica intentaba contrarrestar el sentimiento de pérdida. Sentía dolor, rabia y pena.
Sus circuitos lógicos le podían negar esos sentimientos, pero los había desconectado. Sin ellos se sentía más humano, por lo menos todo lo humano que podía sentirse un legionario astarte. Él, al contrario que los otros sentía cosas. Cuando su cuerpo fue destrozado y su mente recalibrada, algunas de las terapias que sirven para crear un marine espacial fueron eliminadas. El recordaba cosas de su vida anterior, de cuando era un niño feliz y vivía con sus padres. También recordaba cuando los raptaron y como los salvo Loken.
Y ahora no estaba. Loken, Nero y los otros habían partido, se habían ido, los habían abandonado y su mundo destruido. Razono que de forma similar podían sentirse los otros. Aquello había sido como cuando desaparecieron los Primarcas. Cada Legión lo encajo de forma distinta. Unos se empeñaron en una búsqueda infinita de ellos, otros aceptaron su desaparición,  algunos se vieron asaltados por horrendos recuerdos de muerte.

La diferencia de ellos era que sabían, podían apostar, que cuando la Legión necesitara a los supervivientes, estos aparecerían. Tenían la certeza de que estaban vivos. De alguna forma, los supervivientes eran sus Primarcas, el principio de la Legión, aunque se remontara a antes. Aunque Horus Lupercal era realmente el de ellos.

Aquello hacía pensar a Kernya. Era hasta en cierto sentido gracioso, que después de que este se alzara contra el Emperador, todavía existiesen descendientes de los traidores que eran leales.
Había investigado, en secreto. Muchos de los integrantes de Legiones Traidoras habían continuado fieles al Emperador. Eran simples anotaciones de inquisidores que habían investigado. Aquello podía meterlo en un lío tremendo, pero había sido lo suficientemente hábil y cuidadoso para no dejar rastro.
Con estos pensamientos, escucho la voz de Radiax.
      -          Kernya, tenemos reunión.


Radiax estaba en la sala con todos los capitanes. Incluso estaban allí el comandante Keller, de las Fuerzas Expedicionarias y el capitán Andraxus, de la segunda compañía. También la Señora del Capítulo, como llamaban las Lobas a su capitán. Se llamaba Lenara y había sido elegida por su actuación durante la batalla de Isstvan. Llevaba una armadura de combate, parecida a las de los legionarios, pero con hombreras mucho más reducidas. Era una armadura ligera, que no estorbara sus movimientos.
Todos los capitanes estaban allí, Andalecius, Tarik, Andrax, Thalsan, Cassius, Fabricio, Piet, Arnaldo, Marius, Androxinus y Kernya. Este llevaba una nueva armadura, distinta a la que usaba normalmente. Había recubierto su pierna cibernética con ceramita, imitando la forma de un legionario normal, aunque a la altura de la rodilla se viera la prótesis. Su brazo cibernético  también había sido recubierto por un puño de combate y trozos de ceramita. Si no fuera por su rostro y cabeza dirían que era un legionario como otro.

El nuevo Señor de los Lobos Lunares, el Comandante miro a los asistentes. Hablo.
      -          Bien, tengo noticias para todos. He recibido un comunicado del planeta Dersairis. Están bajo el asedio de la Legión Negra. Sus fuerzas de combate, compuestas por un regimiento de soldados cadianos no puede resistir más. También están allí una compañía de apoyo de las Águilas Cobrizas. Han lanzado un mensaje de socorro.
     Nadie dijo nada, todos se miraban inquietos.
     -          He decidido ayudarlos. Voy a mandar a varias compañías al mando de Cassius. Irán además de la Quinta, la Décima, la Tercera y la Novena. También les acompañaran varias escuadras de la Fuerzas Expedicionarias al mando de Keller. Como he dicho antes, Cassius estará al mando y Kernya será su segundo. Estas son vuestras órdenes.


Aquello dio por finalizada la reunión. Por fin acción, pensaban. Por fin el Imperio podía contar con ellos.

martes, 26 de febrero de 2013

Relatos en Issuu

Hola a todos. Esta entrada es solo para informaros de que he subido el trasfondo de Lobos Lunares: Después de la Herejía en un PDF entero a Issuu. Aquí tenéis el enlace:
Lobos Lunares: Después de la Herejía.
Como comente ya en Facebook, una vez terminado el trasfondo mi intención era convertirlo todo en un pdf para quien lo deseara pudiera leerlo cómodamente. Esta versión ha sido revisada y se han corregido los errores que pudiera tener, así como se ha mejorado algunos giros de palabras, que al publicarlos en el blog se me habían pasado.
Como he dicho, en esta versión mejorada incluyo, además de los relatos, los dos apéndices, "Lobo Blanco" y "Caída". En un futuro, cuando escriba "Tormenta sobre Kronus" lo añadiré a este trasfondo.
Espero que lo disfruteis. Un saludo a tod@s.

jueves, 21 de febrero de 2013

EPÍLOGO



Udyat entro en la gran sala comunal. Su semblante era sombrío. Junto a él le acompañaba Terghian y Maesteles, el Apóstol. Era mejor así, ya que lo que le tenía que comunicar a su señor no era una buena noticia.
Sentado en un trono, un legionario astarte miraba a los recién llegados. Llevaba una armadura Máximus, de color verde marino, pero parecía retorcida. Aun se notaba que era tal pero parte de ella estaba reparada con partes de otras armaduras, algunas más antiguas, otras más modernas. También había cambiado algunos de sus símbolos. Donde antes había estado el Águila Imperial, esta había sido removida y remplazada por otros símbolos, como cráneos. Y también símbolos como la estrella de ocho puntas, que llevaba en una de sus hombreras. La otra era una hombrera Máximus, con el símbolo de un ojo garabateado, medio borrado. Y en uno de los brazos del trono  había un casco Máximus. Estaba algo deteriorado, por el paso del tiempo, pero aun así no tenía manchas del Caos. Llevaba una capa, de piel de algún animal, que se conservaba en buen  estado.
Pero lo que de verdad imponía de él era su rostro. Era muy parecido al de Udyat, pero una gran cicatriz lo atravesaba.
Udyat y su sequito entraron y vieron que no estaban solos. Saardiar, junto con su lugarteniente, Isstern, estaban allí.
Aquello no le gusto. Miro al Paladín de la Muerte, como le llamaban. Llevaba una armadura muy elaborada, muy gótica, con labrados que emulaban a rostros gritando. Era lógico, ya que Saardiar adoraba a Slaanesh. Era un sádico, un asesino peligroso. Él, su lugarteniente y la caterva de mal nacidos que lo acompañaban siempre eran mortales enemigos de los Elegidos de Udyat. Llevaban una armadura negra, con detalles en un dorado muy fuerte, más que los Elegidos, y sus hombreras estaban pintadas de un color malva oscuro. Sabía que Saardiar ansiaba el poder ser el Elegido, pero su señor lo había hecho a él. Se preguntaba, desde hacía tiempo el porqué, porque su Señor había elegido a Udyat como Elegido.
Al pasar por su lado vio cómo su lugarteniente fijaba sus tres ojos en él. Isstern tenía tres ojos, una tara del proceso de conversión en legionario. Paso casi de refilón y miro osadamente a los dos paladines cultistas, Ashton y Derrick. Ashton llevaba una máscara roja, que le cubría el rostro. Su cabello moreno, hirsuto y áspero  remarcaba su faz. Se hacía llamar su culto  De la Máscara de la Muerte Roja. Llevaba un abrigo de un oficial imperial, al cual torturo durante meses. Y Derrick, que estaba junto a él era otro que tal bailaba. Su especialidad era quemar a sus víctimas. Eran unas malas bestias y no se fiaba nada de ellos, igual que de Saardiar.

Udyat llego ante su señor y se arrodillo.
      -          He fracasado mi Señor- dijo casi en un susurro.
      -          Ya decidiré yo si has fracasado o  no, cuéntame lo que ha sucedido.
      -          Encontré a Lord Abaddon justo cuando se enfrentaba con el Lobo Lunar que los comandaba.
      -          Entonces los informes eran correctos- sonrió- existe esa Legión.
      -          Si mi Señor. Y son poderosos. Su comandante es un hombre muy valiente, osado y temerario.
      -          Descríbemelo.
      -          Era rubio, de rostro agradable, pero serio y a la vez con mucha pesadumbre, como si llevara una gran carga a sus espaldas. Llevaba una armadura como vos, solo lo diferenciaba que estaba mejor conservada y que en una de sus hombreras llevaba el símbolo de los Lobos Lunares, pero debajo aparecía nuestro símbolo del ojo.
El Señor del Caos cerró uno de sus puños y susurro algo para sí mismo.
      -          ¿Les trasmitiste mi mensaje?
      -          Si mi Señor, palabra por palabra.
      -          Ya veo la contestación por parte de Abaddon- dijo-. La verdad es que lo esperaba de él, es de esa forma.
      -          El lealista desapareció de mi vista.
      -          Es lógico que lo hiciera, si es quien creo, no quería estar allí cuando Ezekyle acabase contigo.
      -          Me cogió desprevenido, me atravesó con la Garra y me lanzo después unos metros. Mi Señor no supuse que tuviera tal fuerza.
      -          Lord Abaddon es una caja de sorpresas, espero que aprendieras la lección.
      -          Si mi Señor.
El Señor del Caos vio los destrozos de la armadura de Udyat y lo comprendió perfectamente.
      -          ¿Qué sucedió después?
      -          Cuando me teletransporté, pude ver la batalla desde un punto alejado, pero vi todos los detalles. Los Lobos Lunares lucharon valerosamente ellos solos contra las siete Legiones. Fueron osados y temerarios, incluso las mujeres.
      -          ¿Mujeres?
      -          Si, las legionarias que luchaban con ellos. Eran temibles, con retrorreactores y armas ligeras. Pero aun así fueron superados por número. Entonces se retiraron, la batalla estaba perdida, pero ellos les plantaron cara. Y entonces sucedió lo inesperado.
Udyat miro a su Señor.
       -          Aparecieron de la nada, miles de capsulas de desembarco, y miles de naves de desembarco. Todos los capítulos leales estaban allí, así como centenares de capítulos menores. Incluso vi hasta Custodes entre ellos, Templarios Negros, Caballeros Grises.
Terghian miro al suelo. Aquello lo había turbado.
       -          Una verdadera muestra de hermandad- dijo el Señor-, fueron al auxilio de sus hermanos de batalla.
       -          Si mi Señor. Me sorprendió, no esperaba eso. No esperaba que aparecieran y vencieran a las Legiones.
       -          A mí no me sorprendería, Udyat, eso es algo que espero que aprendas algún día. El honor y los lazos de Hermandad son algo sagrado entre los Astartes.
       -          Huimos mi Señor, debí de apoyar a las Legiones, pero algo me dijo que debía de abandonar aquel lugar.
       -          Mi Señor- dijo Saardiar quien había permanecido callado hasta ese momento- Udyat es un cobarde, como os dije, deberíais de haberme mandado a mí, ahora mismo tendría la cabeza de Abaddon y de ese Lobo Lunar frente a vos.
       -          Ves Udyat. Esos son los lazos de hermandad de nuestra legión. Aprovecha la menor oportunidad para clavarte un cuchillo por la espalda. No somos una legión, solo una banda de perros rabiosos, en eso nos hemos convertido las Legiones. Saardiar, si te hubiera mandado a ti, ahora mismo estarías muerto, como el resto de tus hombres.
      -          Mi señor dadme más legionarios y veréis lo que hago, este…
Saardiar no pudo terminar de hablar, ya que el Señor del Caos alzo su puño.
      -          Hiciste lo correcto Udyat- dijo, y aquello fue un golpe letal en el orgullo de Saardiar-, cumpliste la misión como te había ordenado. Tu misión era ser mis ojos, como dice tu nombre en antiguo aegyptum. Por eso te mande a ti y no a Saardiar, por eso eres tu mi Elegido, el comandante de mi Legión.
Saardiar miro a  su Señor con desprecio.
      -          Ahora si tenéis la bondad, idos, necesito estar solo para pensar.

Todos obedecieron sus órdenes.
Se levantó del trono y solo dijo una cosa acariciándose la cicatriz de su rostro.
      -          Estas vivo, viejo amigo.

Saardiar era un volcán a punto de estallar. Isstern estaba junto a él así como los dos cultistas.
      -          Le he pedido a nuestro Señor mil veces legionarios y mil veces me los ha denegado. En cambio a ese perro de Udyat, incluso en el fracaso lo premia.
      -          Mi Señor- dijo Isstern- quizás deberíamos tratar el tema de otra manera. Quizás alguien más pueda apreciar más nuestras posibilidades que él.
      -          Bien pensado, Isstern, ahora sé por qué eres mi segundo. Ha llegado el momento de que los Elegidos de la Muerte muestren su poder.



La noche era serena y tranquila. Una sombra se marcaba en los jardines de Terra. Una figura, cubierta por un embozo esperaba algo. De repente vio que no estaba solo.
      -          Hola Garviel- dijo la otra figura.
      -          Ahora estoy seguro de que eres tú.
      -          Y yo también. Ha pasado mucho tiempo.
      -          Si, bastante. La última vez que nos vimos no termino bien la cosa.
      -          Lo sé, viejo amigo. Por eso estoy aquí.
      -          Me lo imagino. Creí que habías muerto.
      -          Yo también, durante siglos.
      -          Estuve muerto, Aximand, o debería de decir Horus.
      -          Tú puedes llamarme como quieras.
Aximand se relajó, igual que Loken. Este último se quitó la capucha de su capa y mostro su rostro. Aximand hizo lo mismo.
      -          Estas igual que siempre, Garviel, tal vez un poco más viejo ¿no?
      -          Eso sí, a ti tampoco te ha tratado mal el tiempo.
      -          Peor de lo que crees- dijo señalándose la cicatriz- ¿Cómo está el viejo?
      -          Bien- Loken sonrió-, igual que siempre.
      -          Nunca lo tuvimos en consideración, al final demostró ser un verdadero Lobo Lunar.
      -          Si, lo es.
      -          ¿Cuántos sobrevivieron?
      -          Pocos, solo Nero y unos cuantos más.
      -          ¿El viejo Vipus?, ¿está contigo?
      -          Como siempre, siempre seré su capitán y el la Locasta.
      -          Tengo entendido que tuviste una disputa con Ezekyle de nuevo.
      -          Si, seguro que te lo dijo el exterminador, Udyat creo que dijo que se llamaba.
      -          Sí, me lo conto él, así como muchas más cosas.
      -          Entonces, lo sabes todo.
      -          No Garviel, si lo supiera todo no estaríamos aquí.
      -          Lo sé.
      -          Cuenta.
      -          No hay nada que contar. La muerte del Emperador nos dejó tocados. El Sigilita también murió, así que el Imperio quedo descabezado. Horus se salió con la suya al final. Alguien tenía que tomar el control, una mano fuerte. Ese fue Valdor. Él fue quien nos dio una razón por la que vivir.
      -          Formáis una buena camarilla, tú, el viejo, Garro y Tarvitz.
      -          Podrías estar con nosotros si hubieras decidido aquel día en la Basilika.
      -          Lo sé, las cosas fueron difíciles.
      -          ¿Y tú?
      -          Fui herido durante el ataque a Terra. Casi estaba muerto. Aun así di la orden de teletransportarnos al Espíritu cuando El Señor de la Guerra bajo los escudos. Aparecimos unas cuantas salas después de la cubierta. Vimos como los lealistas, con el Emperador al frente se enfrentaban a los nuestros. Nos retuvieron. Esos Puños Imperiales son duros de verdad, Garviel, no  creas. Solo cuando se retiraron y entre en la habitación vi lo sucedido. Horus estaba allí, tendido en el suelo. Muerto.
Loken lo miro y vio en su rostro una sombra de apesadumbre.
      -          Me acerque a él y vi que estaba muerto. Di las órdenes, y me comunique con los grupos en Terra. Ordene que el Espíritu se retirara de la batalla. Tenía que pensar que pasaría. En ese momento entro Ezekyle. Garviel, nunca lo vi como aquel día, llorando como un niño. Yo también lloraba. Estaba muerto, nuestro Padre, a quien habíamos seguido durante siglos al combate.
      -          En seguida se preparó todo para el funeral. Aun así estábamos divididos. Algunos opinábamos que la campaña debería de seguir, hasta conquistar Terra como había ordenado. Abaddon no opinaba lo mismo, quería huir a un sitio seguro. Entonces comprendí que estaba loco, loco de poder.
      -          Eso es algo que siempre intuimos, Aximand. Abaddon era una bestia, solo contenido por Horus.
      -          Exacto, él lo contenía, pero en aquel momento nadie podía hacerlo. Dio órdenes de pintar de negro las armaduras. Pero habíamos muchos que no estábamos de acuerdo con eso. Sabía que había alguien quien podría hacer algo con Horus, y ese era sin duda Bilis.
      -          Hable con Fulgrim y dio su consentimiento, estaba desecho por la muerte de su hermano, y llorando. Robamos el cuerpo y se lo llevamos a él. Nos dijo que en pocas horas podía tener clones de Horus, pero solo serían eso, clones. No tendrían inteligencia a menos que… su cerebro le fuera trasplantado a alguno de ellos.
      -          Cuando se iba a poner a hacerlo apareció Abaddon. Alguien había avisado que estábamos allí, creo sospechar que fue el propio Fulgrim. Garviel le explique lo que se iba a hacer, que íbamos a devolverle la vida a nuestro Señor, pero no escucho.
      -          Ordeno a sus hombres disparar. Varios de los míos cayeron muertos por sus disparos. Huimos de allí.
      -          Al contrario que el resto, no huimos al Ojo del Terror. Vagamos durante siglos, milenios, hasta que llegamos a un planeta, alejado de todo y de todos. Éramos un centenar o algo así. Muchos habían muerto en las batallas posteriores a la huida, así que tenía que reconstruir la Legión. Cambiamos de nombre, ya no éramos los Hijos de Horus nunca más, ya que Horus había muerto, así que fuimos los Elegidos de Horus, no por él, sino por mí.
      -          Allí comprendí que sin una semilla genética no seriamos nadie. Solo había una persona que pudiera hacerlo y ese era Bilis. Durante mucho tiempo lo busque hasta que hace unos trescientos años lo encontré. Y le conté mi plan.
      -          Me contesto que era complicado sin una semilla genética pura, la mía se había corrompido y necesitábamos una. Y yo sabía dónde estaba. Se lo dije a Bilis, que solo una persona poseía una toma genética de Horus.
      -          Erebus.
      -          Exacto, el poseía el Anathan, la espada con la que hirieron a Horus en Davin. Allí habría restos.
      -          Erebus es una serpiente.
      -          Lo sé, pero era un riesgo que debía de correr. Fui al Ojo del Terror y hable con él. Nos unimos a las bandas, asaltamos, matamos. Y mis hombres comenzaron a cambiar, incluso yo mismo. Note la presencia de los Dioses y aquello me asusto. Cuando demostramos que éramos leales, Erebus nos dio los recursos suficientes, alguna nave más y la prueba genética.
      -          Entonces Bilis fue cuando empezó a trabajar en ella. El primero fue Udyat, a quien se le implanto la semilla.
      -          ¿Pero su parecido?
      -          Esa es otra cuestión. Udyat es un clon, no de Horus como muchos podrían pensar al verlo, si no mío. Es un buen hijo, no creas y obediente. Al contrario que el resto.
      -          Bilis implanto la semilla a más cuerpos, algunos de traidores y muchos de victimas de sus experimentos. Aun así no tengo ni una cuarta parte de tus hombres, dispongo solo de trescientos.
      -          ¿Por qué querías verme, para esto?
Aximand sonrió.
      -          No, no solo para esto. Quiero que me hagas un favor, como amigo.
Aximand saco su espada de energía y se la entregó a Loken por la empuñadura.
      -          Cierra el círculo, mátame. Sé que tu solo puedes hacerlo, quiero que seas tú.
Aximand se arrodillo y bajo la cabeza delante de Loken. Este lo miro, lo observo. Empuño la espada y la activo.
Aximand oyó el crepitar de la energía. Oyó como Loken balanceaba la hoja de la espada y espero, espero lo que hacía siglos que ansiaba, que todo de una vez terminara, las pesadillas, los sueños, todo. Quería estar tranquilo y en paz por una vez.
Sintió el silbido del arma y el golpe.
Creyó estar sordo o como inerte, pero oyó la voz de Loken.
      -          No Aximand, no. Tienes que pagar por lo que hiciste, mataste a mi mejor amigo, a tú mejor amigo. Y la mejor forma de pagarlo es viviendo. Viviendo cada día con su recuerdo, viviendo viendo su rostro y recordando sus mejores momentos. Esa es su venganza. Aprende a vivir con tus demonios internos, no te voy a matar. Sé para ti eso es una redención, así que vive con ello el resto de tú vida. Ese será tu castigo.
-           
Aximand vio como Loken se alejaba. A su lado estaba la espada, clavada en el suelo.
Se levantó y la empuño, desactivándola. Entonces una figura femenina salió de la oscuridad.
      -          Mi Señora- dijo bajando su cabeza.
      -          No hizo lo que esperabas.
      -          No.
      -          Entonces ¿Qué harás?
      -          Servirte, solo te serviré a ti.
      -          Lo sé Horus, tú serás la punta de lanza que de una vez acabara clavada en el corazón de mis hermanos.