Cassius estaba en el Armorium. Le gustaba ir allí, estaba
solo y tranquilo. Además así se despejaba un poco. Examinaba las armaduras y
armas que estaban allí. Algunas eran verdaderas reliquias, anteriores a la
Herejía e incluso algunas a la Gran Cruzada.
Desde la partida de Loken, Nero y los demás, los Lobos
Lunares estaban fuera de sitio. Tarik no hacia tantas bromas, Andalecius estaba
más callado que de costumbre y hasta Kernya parecía estar preocupado.
Radiax hacia un esfuerzo increíble por mantener a los Lobos
juntos. Desde que habían sido oficialmente aceptados en el seno del Imperio
como Capítulo Astarte, las cosas habían
cambiado mucho. Pero el recelo, la mirada inquisitiva de Terra estaba siempre
puesta en ellos. Para ciertos personajes siempre serian traidores al Imperio.
Allí Cassius olvidaba todo y se centraba en sus herramientas
de combate. Observaba los nuevos bolters, retocados por Arteus y las armaduras
que había construido con trozos dispares de otras. Esas eran armaduras
artesanales, que podían llevar los capitanes de compañía. Y también estaban las
otras. Las nuevas armaduras de exterminador. Esas eran más artesanales aún.
Garro les había donado varias inservibles de los Caballeros
y Arteus las estaba adaptando para un par de escuadras de la Compañía
Exterminadora.
Observaba como este, con una habilidad extrema reparaba las
armaduras, sellándolas. Junto a su banco de trabajo tenia también varias armas,
bolters pistolas y algunas espadas. Empuño una de las espadas. Intento
encenderla pero no funcionaba.
-
Esta estropeada, capitán- dijo Arteus con esa
voz metálica que siempre tenía, incluso sin el casco. El sintetizador vocal que
llevaba en la garganta le hacía hablar de esa forma.
-
No funciona la capsula de energía- le contesto
Cassius.
Aquella espada había sido suya. La reemplazo por una espada
sierra que era un regalo de Sicarius, capitán de la Segunda Compañía de
Ultramarines.
Y entonces se acordó de Titus.
Titus no estaba ya en los Ultramarines, lo habían expulsado.
Los cargos que presento Leandros contra él lo habían sentenciado.
No conocía a Leandros, aunque había oído hablar de él,
mientras estuvo con los Ultramarines. Había sido uno de los reclutas más
laureados de los Ultras. Seguía el Codex al pie de la letra. Una vez le dijo
Sidonius que seguro que el chico iba con el Codex bajo el brazo a las batallas
del campo de prácticas.
Sidonius no estaba tampoco. Su viejo sargento había caído,
muerto en Graia, en brazos de Titus, quien se lo conto.
Los tres pasaron buenos ratos juntos en el tiempo que estuvo
allí. Lo habían asignado a la escuadra
Sidonius, de la segunda compañía. Titus era también un sargento, pero de la
escuadra Titus, una de las tácticas, en teoría, de los Ultras. En teoría por
que Titus era el más heterodoxo de todos los Ultramarines.
Siempre recordaría el asalto de Michalenius. Sicarius fue
asignado a una misión en la cual, un gobernador rebelde independizo el planeta.
Habían montado una defensa antiaérea terrestre increíble y varias gigantescas
barcazas de asalto fueron destruidas. La Guardia Imperial no podía aterrizar
sus tanques, ya que los disparos de las defensas causaban daños a las
gigantescas naves de desembarco. Sospechaban que los Guerreros de Hierro habían
construido aquellas defensas, así que la Segunda Compañía fue movilizada.
Cassius iba en la nave con la Segunda. Él y Sidonius estaban
revisando las armas y armaduras cuando entro en la armería Titus. Con su
armadura azul oscuro era mítico en la Segunda. Aunque nunca le habían asignado
ninguna misión importante, era uno de los sargentos veteranos, junto con
Sidonius que siempre estaba en las reuniones con Sicarius.
Se acercó a los dos y con un gesto adusto les indico que
quería hablar con ellos en privado. Sidonius conocía muy bien el gesto.
-
Ninguna nave puede entrar en la atmosfera- dijo
Titus.
-
Seguramente el capitán lanzara las capsulas de
desembarco- dijo Sidonius-, es lo más lógico.
-
Según inteligencia, hay lanzamisiles caza naves
instalados en el planeta- le contesto Titus- pero hay otra forma de bajar al
planeta.
-
¡No lo digas, Titus, conozco esa mirada!
Cassius recordaba la mirada de
Titus. Nunca la olvidaría. Sabía que el sargento está planeando algo y algo
bastante peligroso. Titus, cuando él llego a Macragge, lo había interrogado sobre
su capítulo. Estaba interesado por la forma de combate, ya que había leído
muchos informes de batalla sobre los Lobos Lunares e Hijos de Horus. Cassius le
explico muchas tácticas de combate, que les había enseñado tanto Loken como
Vipus. Si bien algunas eran totalmente opuestas a la ortodoxia de los
Ultramarines, otras eran muy parecidas a las que usaban estos.
Las charlas fueron bastante
productivas, tanto para él como para Titus, ya que este le explico formas de
ataque y defensa que desconocía, sin duda las que le impresionaron fueron las
de la Sexta Compañía. Sobre todo el Descenso de los Ángeles. Cuando le explico
lo que era, Titus dijo que aquello era muy irregular según el Codex Astartes.
Lo bueno era que ahora él, Titus,
era lo que proponía.
-
La idea es lanzar a cuatro escuadras de marines
desde una nave con retro reactores
armados con armas básicas- dijo Titus mirando a Cassius.
v -
Necesitaríamos explosivos para destruir las
defensas antiaéreas- dijo Cassius.
-
Está previsto, llevaremos con nosotros granadas
de fusión, con ellas haremos una punta de lanza y destruiremos las defensas de
ese sector- dijo Titus-, nada más las tomemos, desde la nave se lanzara una
capsula cargada de armas.
-
La idea es una locura- dijo Sidonius-, lanzar
una nave cargada de marines, abandonarla y lanzarse tres mil metros en caída
libre.
-
Se puede hacer- dijo Titus-. Si los Sangrientos
lo hacen, ¿Por qué no nosotros?
-
Es sabido que los Sangrientos están locos- le
contesto Sidonius.
-
Fabricio y Arnaldo lo ha hecho muchas veces- dijo
Cassius-. En varias misiones de los Lobos se ha hecho y ha salido bien, no
desde tres mil metros, sino incluso desde cinco mil. Eso sí, yo nunca lo he
hecho.
-
Hay una Stormeagle bastante cascada en el
hangar. Esta que se cae, es chatarra. Podemos usarla para entrar en el planeta,
dejarla en automático y lanzarnos. A mil metros conectamos los retroreactores y
aterrizamos. Sí, hay una caída libre de tres mil metros, pero las defensas no
nos detectarían. El plan es bueno. Atacamos, destruimos y dejamos una zona de
aterrizaje para las tropas.
-
Un ataque quirúrgico- dijo Cassius.
-
Si- le respondió Titus-, es un ataque muy al
estilo de tu Capitulo.
Cassius sonrió. Recordó cuando le
contó al sargento el ataque de 69-13.
-
Algo parecido.
-
Sigo diciendo que es de locos- volvió a decir
Sidonius- . Según el Codex, deberíamos de intentar con aeronaves destruir
primero el perímetro. Es más una misión de la Décima que de otros. Mandarlos en
una capsula al planeta con capas de sigilo. Eso o intentar un ataque orbital
-
Es un perímetro muy cerrado. Además mandar a
esos chicos en capsulas seria mandarlos a una muerte segura por los misiles. Y
un ataque orbital sería peligroso para las naves de combate. Solo queda una
opción.
-
¿Has hablado con el capitán de esto?- dijo el
viejo sargento, cambiando el tono de su voz.
-
No, no he hablado con él. Por eso te lo cuento a
ti.
-
Tampoco se lo has dicho al resto, ¿no?, quieres
que yo los convenza.
-
Si tú no los convences nadie lo hará. Y creo que
a ti si te he convencido, Sidonius.
Recordaba el interior de la
destartalada nave. La nave estaba medio destruida, ya que la habían machacado a
base de bien. Era uno de los primeros modelos, de finales de la Gran Cruzada y antes de la Herejía. Si por fuera era lamentable el estado, por
dentro era aún peor. La mayoría de los paneles estaban arrancados, ya que de
ella habían aprovechado para sacar piezas para otras naves más modernas. Aun
así, su sistema de navegación, motores y sistema de soporte vital estaba en
condiciones para ser usado.
Las escuadras de marines azul
cobalto se apretujaban unas al lado de otras. Cassius llevaba una armadura del
mismo color. Solo una cosa denotaba su pertenencia a los Lobos Lunares y esta
era que una de las hombreras estaba pintada de blanco, pero no llevaba ningún
distintivo de la Legión. Loken había sido bastante inflexible en eso, nadie
debía de ver el símbolo que estaba prohibido por Terra. Solo Sidonius, Titus y
el capitán de la Segunda compañía sabía quién era, para el resto solo era un
nuevo recluta recien ascendido de la Décima compañía.
Recordaba los vaivenes de la nave
al entrar en la atmósfera y como, pocos segundos después, Titus y Sidonius
dieron las órdenes para ponerse los retros.
Después, casi como en un sueño,
se vio en el aire, rodeado por los que eran sus compañeros. El descenso, en caída libre, era
algo que jamás olvidaría. Llevaba sus brazos pegados a su cuerpo y el bolter
descansaba en una de sus piernas, sujetado magnéticamente. En el cinturón
llevaba un arma de combate y una pistola. El casco amortiguaba el sonido de la
atmosfera. Y vio como, por el rabillo de una de sus lentes, la antigua nave era
derribada por las armas antiaéreas que estaban en tierra.
Titus iba en vanguardia, seguido
por su escuadra y después la de Sidonius, donde estaba él. Escucho la voz del veterano
marine espacial impartir órdenes.
-
Preparados para conectar los impulsores. Estamos
a quinientos metros del punto. A mi orden, ¡YA!
Cassius conecto el impulsor.
También el resto de los componentes de la escuadra. Estaba volando, aunque más
bien lo que hacía era frenar la velocidad de crucero a la que habían sido
depositados en la atmósfera. Empezó a notar como la ceramita de su armadura se
calentaba.
La llegada a tierra fue bastante
espectacular. Las escuadras aterrizaron sin problemas, aunque alguno tuvo que
esquivar algunos árboles y terrenos que podían significar peligro.
Dejo el retro en tierra y
rápidamente saco su bolter y apunto en el perímetro. El resto de los marines
hizo lo propio. Sidonius estaba a su lado, esperando órdenes. Titus apareció pocos minutos
después, con su escuadra.
-
El plan es acabar con las defensas antiaéreas
situadas aquí, aquí y aquí- dijo el sargento señalando tres puntos cercanos- .
Si destruimos esos puntos, podrán lanzar la capsula con armas pesadas y explosivos.
-
¿Hostiles?- dijo el veterano sargento.
-
Solo por ahora Guardias traidores, armados con láser
y armas automáticas. Pero si se ponen las cosas feas puede que aparezca algo
peor. Por lo que he podido ver cuando descendía, las defensas tienen pintas de haber
sido construidas por los Guerreros de Hierro, así que no sería de extrañar que
hubiera algunos.
-
Pongámonos manos a la obra- dijo Sidonius- Mi
escuadra se encargara del punto alfa. Tú encárgate del beta y Marius del gamma. Titus asintió.
Cuatro de los marines de la
escuadra llevaban las bombas de fusión, capaces de destrozar un blindado. El
resto los cubría.
Cassius miraba atentamente, no
fuera a aparecer algún visitante inesperado. Las órdenes eran claras y
precisas, no usar armas de fuego, solo armas de combate. Aunque no la
necesitaba, ya que a un traidor humano lo podía matar solo con sus manos
desnudas. Los marines espaciales, ya sin armas, eran de por si un arma, ya sea
por su fuerza, incrementada por la servo-armadura que portaban. Los sistemas del casco lo ponían
sobre alerta, ya que podían detectar a varios cientos de metros a su alrededor
todo lo que había. Tranquilidad en ese momento, demasiada tranquilidad.
De pronto detecto algo, algo que
se movía hacia su zona de vigilancia. Detectaba varias formas humanoides que se
acercaban.
- Sargento- dijo Casius-. Detecto formas
humanoides acercándose.
-
¿Estimación de fuerzas?
-
De entre cinco a diez, no puedo detectarlas
correctamente, ya que la vegetación camufla sus señales.
-
Nos haremos cargo de esto. Vamos para allá.
La patrulla iba sin mucha prisa andando. Nada más verlos
podías intuir que no eran leales al Imperio. Sus uniformes, que en otro tiempo
estaban impolutos y con águilas bicéfalas, eran casi unos harapos. Llevaban una
armadura anti-frag hecha de trozos metálicos bastante dispares. Sus cascos les
cubrían el rostro, ya que eran máscaras que destilaban odio. Eran como
calaveras metálicas esculpidas en sus rostros. Sus armas estaban en buen
estado, pero algunas ya empezaban a verse signos de corrosión.
Su líder, que parecía ser un sargento, los guiaba e
intentaba mantener un aire marcial en ellos. Desde luego no eran soldados, eso
saltaba a la vista. Seguramente habían sido reclutados después de la rebelión.
Cassius los observaba y junto a él Sidonius y tres marines.
Por señas de combate, el sargento dio las órdenes precisas, solo usarían armas
de combate.
Cuando se dieron cuenta una marea de color cobalto los
rodeó. Antes de que pudieran reaccionar, cinco de los rebeldes fueron
eliminados. El líder intento sacar su
arma laser, pero Sidonius, de un mortal puñetazo le rompió la garganta,
muriendo ahogándose en su propia sangre.
Cassius mato con su cuchillo de combate a un par de
enemigos. No fue muy difícil, ya que los rebeldes estaban más que asustados,
aterrados, al ver a los marines.
Sin mucho cuidado escondieron los cuerpos. Había sido muy
fácil eliminarlos.
En ese momento Sidonius oyó en su comunicador como decían el
resto que habían terminado de colocar las cargas.
- Retirada- dijo tranquilamente a la escuadra-, el
trabajo ya está hecho.
Cassius nunca olvidaría lo que sucedió después. Las cargas
estallaron destrozando las defensas antiaéreas. La explosión hizo que entonces
estuvieran al descubierto. Pero estaban preparados para la contingencia.
Vieron como varios pelotones de soldados se acercaban al
sector. Cargo su bolter y apunto.
Los soldados rebeldes caían bajo el fuego de las armas de
los marines, destrozados. Sus cuerpos se convertían en masas sanguinolentas,
rotas por el impacto de los proyectiles explosivos de los bolters.
En ese momento oyó el ruido. Venia del cielo, de encima de
sus cabezas.
Miro y vio como una estela azul aterrizaba a varios cientos
de metros de su posición. Eran las armas, la punta de lanza del resto de los
Ultramarines.
Al llegar a la capsula se repartieron las armas. El cogió
una espada sierra, además de varios cargadores de munición para su bolter.
Otros hermanos de batalla cogieron armas pesadas, varios rifles de plasma y de
fusión, así como algún lanzallamas. Pronto las escuadras estaban completas y
armadas, listas para el combate.
La explosión de las defensas, además de alertar a los
soldados rebeldes también alerto a quienes las habían construido. Como había
deducido Titus, los Guerreros de Hierro, los descendientes de Perturabo estaban
en ese planeta. No eran muchos, unos cincuenta, y rápidamente se dirigieron
hacia el lugar donde habían estallado las cargas de fusión.
Pero allí les esperaban las escuadras de Ultramarines.
El combate no sería tan fácil como contra los soldados. Era
un enfrentamiento de iguales, de marine contra marine.
Los caóticos fueron recibidos por sorpresa por una tormenta
de fuego. Varios de ellos cayeron bajo el eficaz fuego de los Ultras.
Aquello, los
enfureció aún más. Comenzaron un intercambio de disparos. Varios de los Ultramarines
cayeron muertos, o con heridas lo suficientemente graves como para que no
fueran considerados amenazas.
La situación era bastante peligrosa. No era crítica, ya que
los marines leales mantenían la línea defensiva, pero los caóticos, los
superaban en número y en armamento. Y de eso se dieron cuenta cuando un disparo
vaporizo a varios marines. Tenían un Land Raider que les estaba apoyando. Aquel
disparo había sido un de fusión. Los caóticos, con el apoyo de los lasers pesados
del vehículo avanzaban disparando sus bolters, a los que respondían los Ultramarines.
Por cada uno que caía de ellos, un caótico mordía también el polvo, ya fuera
por los impactos de una ráfaga de bolter o por una descarga de un arma de
plasma o fusión.
Pronto estaban a corto alcance. Cassius se colgó el bolter y
empuño su espada, dispuesto a defenderse. Eran superados en número, pero la
carga de los Ultramarines fue violenta y brutal. Algunos cayeron por los
disparos a corta distancia de los Guerreros de Hierro.
Cassius se defendía con su espada sierra, dando círculos a
su alrededor. Uno de los caóticos había caído bajo el tajo propinado por su
arma, pero otros dos se acercaban a él, uno empuñando un cuchillo de combate de
aspecto amenazador y ajado. El otro empuñaba un arma de energía, un hacha, en
la cual reverberaba maligna.
El primero en atacar cayó bajo la sierra de espada. El
cuchillo de combate no era un arma contra una espada.
El que estaba armado con el hacha le ataco sin dejarle
respirar. Alzo la espada y paro el golpe del arma.
Evaluó la amenaza. Eso era algo que siempre les había dicho
tanto Loken como Vipus. La mejor forma de vencer a un enemigo es conocerlo.
La armadura que llevaba era una irreconocible Hierro,
bastante antigua, anterior a la Herejía, y bastante mal conservada. Vio los cables
que salían de la armadura, ese era uno de sus puntos débiles, además de las
juntas entre las placas de ceramita.
El caótico volvió a atacar, pero Cassius lo esquivó y le
propino un golpe con su espada que lo desequilibro. Ahora fue el quien ataco
con la espada, alcanzándole el casco.
Los dientes de la sierra chirriaron al encontrar la
ceramita. Trozos de esta salían despedida, pero solo de forma superficial.
El enemigo reaccionó al ataque intentando cortar con el arma
de energía, pero Cassius lo evito, pero no pudo esquivar el golpe que le
propino con el asta del arma, en plena gorguera, lo cual hizo que saliera
despedido.
Sintió como volaba y caía al suelo. Aunque la armadura había
aguantado el golpe, se sentía aturdido, además que seguramente que el golpe
brutal había dañado alguno de los sensores del casco. Con rabia, se quitó el
casco y lo tiro. Vio que el golpe del hacha lo había destrozado.
Aún aturdido vio cómo su enemigo se acercaba a él. Lo
subestimaba, pensaba que estaba derrotado, que ya no podía vencerle. Iba a
lanzar su mortal ataque con el arma.
Pero Cassius noto en su mano la espada sierra. El caótico se
había descuidado, dejando al descubierto el punto donde tenía que impactar.
Casi inconscientemente, desde el suelo, giro la espada
sierra y esta corto el punto débil de la armadura del Guerrero de Hierro.
Sintió como los dientes de la sierra cortaban cables, ceramita y algo que era
más débil, carne. El ruido del arma se mezclaba con los gritos del caótico.
Aún desde el suelo empujaba el arma, atravesando el cuerpo y
cortando todo lo que encontraba a su paso. El enemigo, gritaba y acercaba el
hacha de energía peligrosamente al rostro del Lobo Lunar.
Entonces, dando una patada, el enemigo cayó para atrás. La
espada estaba tan hundida en la masa que formaba el cuerpo y la armadura, que
el impulso lo levantó del suelo y lo hizo rodar junto al caótico.
Cassius soltó el pomo de la espada y se detuvo agachado. El caótico
estaba tirado, atravesado por la espada. Miro a su alrededor y vio como un par
de enemigos más se acercaban a él.
Empuño su bolter y disparó.
O por lo menos debió de haber pasado. No tenía munición y
los enemigos aproximándose demasiado como para cambiar de cargador. Cogió la
pistola bolter y apuntó.
El primer impacto dio de lleno en el primer caótico, en el
casco, que se lo destrozo. El segundo impacto le destrozo el rostro.
Apunto al segundo y disparo repetida veces. Algunos impactos
dieron en la armadura, otros en una de las hombreras, pero otros habían penetrado
por partes débiles de la armadura, y estos causaron daño, bastante daño al caótico
que sangraba abundantemente. Una sangre negra. Empuñaba un bolter, pero no
llego a dispararlo, ya que cuando Cassius creía que todo estaba acabado, el
filo relampagueante de una espada de energía apareció en su torso.
Aquello si termino con él. Detrás, empuñando la espada apareció
Titus. Su armadura azul cobalto era prácticamente roja oscura. Sin duda había
matado a muchos enemigos, ya que la sangre de ellos la cubrían.
Se acercó a Cassius y le hablo.
-
¿Estás bien?
Cassius asintió. Se levantó y miro al cielo. Vio en el cómo,
lágrimas ardientes, caían sobre el
planeta. La invasión había comenzado.
Una voz lo saco de su anonadamiento. Miro y vio el rostro de
Tarik, que estaba junto a él. Decía algo, pero no lo oía.
-
Cassius, estaba intentando ponerme en contacto
contigo- logro entender al fin el Lobo Lunar.
-
Perdona, Tarik. ¿Qué sucede?
-
Hay órdenes, debemos de ir a la sala de
reuniones.
Aquello hizo reaccionar a Cassius. El semblante de Tarik era
muy serio. Algo grave estaba pasando.
Kernya estaba absorto.
Era algo normal en él. Desde la partida de los
supervivientes de Isstvan, algo le estaba pasando a la Legión. No era solo a
él, era a todos. Su inteligencia biomecánica intentaba contrarrestar el
sentimiento de pérdida. Sentía dolor, rabia y pena.
Sus circuitos lógicos le podían negar esos sentimientos,
pero los había desconectado. Sin ellos se sentía más humano, por lo menos todo
lo humano que podía sentirse un legionario astarte. Él, al contrario que los
otros sentía cosas. Cuando su cuerpo fue destrozado y su mente recalibrada,
algunas de las terapias que sirven para crear un marine espacial fueron
eliminadas. El recordaba cosas de su vida anterior, de cuando era un niño feliz
y vivía con sus padres. También recordaba cuando los raptaron y como los salvo
Loken.
Y ahora no estaba. Loken, Nero y los otros habían partido,
se habían ido, los habían abandonado y su mundo destruido. Razono que de forma
similar podían sentirse los otros. Aquello había sido como cuando desaparecieron
los Primarcas. Cada Legión lo encajo de forma distinta. Unos se empeñaron en
una búsqueda infinita de ellos, otros aceptaron su desaparición, algunos se vieron asaltados por horrendos
recuerdos de muerte.
La diferencia de ellos era que sabían, podían apostar, que
cuando la Legión necesitara a los supervivientes, estos aparecerían. Tenían la
certeza de que estaban vivos. De alguna forma, los supervivientes eran sus Primarcas,
el principio de la Legión, aunque se remontara a antes. Aunque Horus Lupercal era
realmente el de ellos.
Aquello hacía pensar a Kernya. Era hasta en cierto sentido
gracioso, que después de que este se alzara contra el Emperador, todavía existiesen
descendientes de los traidores que eran leales.
Había investigado, en secreto. Muchos de los integrantes de Legiones
Traidoras habían continuado fieles al Emperador. Eran simples anotaciones de
inquisidores que habían investigado. Aquello podía meterlo en un lío tremendo,
pero había sido lo suficientemente hábil y cuidadoso para no dejar rastro.
Con estos pensamientos, escucho la voz de Radiax.
-
Kernya, tenemos reunión.
Radiax estaba en la sala con todos los capitanes. Incluso
estaban allí el comandante Keller, de las Fuerzas Expedicionarias y el capitán Andraxus,
de la segunda compañía. También la Señora del Capítulo, como llamaban las Lobas
a su capitán. Se llamaba Lenara y había sido elegida por su actuación durante
la batalla de Isstvan. Llevaba una armadura de combate, parecida a las de los
legionarios, pero con hombreras mucho más reducidas. Era una armadura ligera,
que no estorbara sus movimientos.
Todos los capitanes estaban allí, Andalecius, Tarik, Andrax,
Thalsan, Cassius, Fabricio, Piet, Arnaldo, Marius, Androxinus y Kernya. Este
llevaba una nueva armadura, distinta a la que usaba normalmente. Había
recubierto su pierna cibernética con ceramita, imitando la forma de un
legionario normal, aunque a la altura de la rodilla se viera la prótesis. Su
brazo cibernético también había sido recubierto
por un puño de combate y trozos de ceramita. Si no fuera por su rostro y cabeza
dirían que era un legionario como otro.
El nuevo Señor de los Lobos Lunares, el Comandante miro a
los asistentes. Hablo.
-
Bien, tengo noticias para todos. He recibido un
comunicado del planeta Dersairis. Están bajo el asedio de la Legión Negra. Sus
fuerzas de combate, compuestas por un regimiento de soldados cadianos no puede
resistir más. También están allí una compañía de apoyo de las Águilas Cobrizas.
Han lanzado un mensaje de socorro.
Nadie dijo nada, todos se miraban
inquietos.
-
He decidido ayudarlos. Voy a mandar a varias compañías
al mando de Cassius. Irán además de la Quinta, la Décima, la Tercera y la Novena.
También les acompañaran varias escuadras de la Fuerzas Expedicionarias al mando
de Keller. Como he dicho antes, Cassius estará al mando y Kernya será su
segundo. Estas son vuestras órdenes.
Aquello dio por finalizada la reunión. Por fin acción,
pensaban. Por fin el Imperio podía contar con ellos.
muy bueno, vengo leyendo tus historias de hace tiempo; y me encantan los ultramarines y los lobos lunares, son de mis preferidos (ojo, lobos lunares, no hijos de horus, jajaja)
ResponderEliminarGracias. Pues tambien están los Elegidos de Horus, que es mi "legión" caótica, que tambien tiene su trasfondo en Una Ventana al Caos, que son los verdaderos Hijos de Horus y que están enfrentados a la Legión Negra.
ResponderEliminarPróximamente puede haber más relatos, tengo todavía un par en la recamara, uno de ellos es nuevo y el otro va a ser una nueva versión de Lobo Blanco.