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domingo, 30 de septiembre de 2012

CAPITULO XIV: LA BATALLA (II PARTE)



“Aun recuerdo lo que sucedió aquel día. La batalla no estaba nada más que empezando, cuando Loken y sus hombres se enfrentaron a Abaddon y la Legión Negra. A mi lado estaba el capitán Vipus, quien, como yo observaba lo que estaba pasando. Vi la tensión que había entre ambos cuando estaban hablando, y la tensión de todos los que los circundaban. Incluso con el casco puesto, Vipus me transmitía una tensión increíble. Eran más sus gestos, aunque no podía ver su cara, oculta.
Y cuando empezó el combate, aquello fue a más. Cada golpe que daba Loken, a su vez era dado por el capitán. Y esto no fue nada comparado con lo que, a todos, nos dejo fríos, que fue la aparición de repente, de aquel gigante, quien paro los dos golpes tanto del Comandante como de Abaddon. Era imponente, con aquella armadura de exterminador gris oscura, y como, casi sin esfuerzo tenia trabadas las armas de ambos tanto de Loken como de Abaddon. Mire a Vipus y este, con un ademán, me hizo saber que no comprendía lo que pasaba, pero fuera lo que fuera esto iba a ser malo y las cosas irían a peor”.

      -          ¡Basta ya!, ¡Dejad de pelear, Hermanos!- dijo con voz grave la figura.
Loken miro a la figura que estaba entre él y Abaddon. Era un exterminador enorme, más alto que él y que su rival. Vestía una armadura de color gris, pero parecía casi negra. De su cintura colgaban calaveras de enemigos muertos, pero en sus manos llevaba una maza, y en la otra unas garras con un bolter de asalto acoplado en ellas, con las que sostenía su espada sierra, mientras que con la maza había detenido el golpe de la Garra de Horus Abaddon.
La figura, sin apenas esfuerzo separo a los dos rivales. Entonces fue cuando Loken vio de verdad al extraño. Su porte era distinguido, pero un toque caótico empañaba tal visión. Su rostro, su rostro le era conocido, no literalmente, pero si algunos de sus rasgos. Al igual que Abbadon aquel era un hijo de Horus. Y lo veía por la facciones, claras y parecidas al Señor de la Guerra. No lo conocía, tal vez fue creado después de la traición de Isstvan, pero el aura que le envolvía emanaba maldad.
     -          Soy Udyat el Sombrio, Señor de los Elegidos de Udyat, vuestro hermano- dijo el exterminador.
Loken se fijo aun más y múltiples símbolos del Caos lucían en su armadura, tanto estrellas como otros símbolos como calaveras. Pero lo que más le sorprendió, sin duda fue el símbolo que llevaba en la hombrera izquierda, un símbolo que hacia siglos que no veía, el Ojo de Terra. Pero este Ojo era distinto, pervertido por la esencia del Caos.
     -          Hermanos- continúo el extraño-, estáis  aquí los dos, junto con vuestras legiones luchando. Recordad una cosa, sois hermanos y una vez estuvisteis en la misma Legión, los Hijos de Horus. Tú Abaddon fuiste su Primer Capitán y líder respetado. Es hora de dejar atrás todo y que Lobos Lunares y Legión Negra se unan de nuevo y formen una sola Legión, de nuevo ser la Legión de Horus.
Abaddon miro al extraño y sonrió. Loken vio un atisbo de lo que se avecinaba. Aunque hacia siglos que no lo veía, sabia como era Abaddon y como reaccionaria. Ahora mismo era una bomba a punto de explotar.
     -          ¿Y tú nos dirigirás?- dijo Abaddon señalando a Udyat.
     -          No mi Señor, Horus.
     -          Eres un estúpido mentiroso- dijo Abaddon, su paciencia estaba a punto de colmarse, solo faltaba un empujoncito más y estallaría la rabia contenida-, Horus esta muerto hace diez mil años. Lo mató el Emperador Cadáver en su nave en Terra. Yo recogí su cuerpo y huí al Ojo del Terror.
     -          Se esa historia- le contesto Udyat-, pero no me la han contado así. Tú no recogiste el cuerpo de nuestro Señor, sino que lo destruiste, apoderándote de su Garra.
Ahora si Abaddon ya exploto.
     -          ¡NO SABES NI LA MITAD, ESTUPIDA IMITACION DE HORUS!- dijo Abaddon-, ¡YO SOY EL VERDADERO HEREDERO DEL SEÑOR DE LA GUERRA! ¡YO SOY SU VERDADERO HIJO!
Abaddon miro a Udyat. Su mirada destila un odio abismal. Loken sabía cual seria su siguiente movimiento. Con unas señas, indico a Radiax que se debían de retirar. Debían de salir de allí todo lo rápido que pudieran, ya que se iba a armar una buena.
     -          Mi Señor H…- Udyat no pudo terminar.
     -          TÚ SEÑOR HORUS NO EXISTE, ES UNA FALACIA. ¡YO SOY EL ÚNICO, EL ÚNICO SEÑOR DEL CAOS, NO LO VES ESTÚPIDO IDIOTA! ¡TODOS LOS GRANDES ESTÁN AQUÍ CONMIGO Y TÚ ESTAS SOLO!
Ese momento fue el que aprovecho Loken para ejecutar su plan, sabía que ya nadie podría detenerlo. Debían de desaparecer mientras duraba la confusión, por que aquello seria un caos.
     -          Nero, necesitaremos apoyo- dijo Loken por  su comunicador, quien ya se había puesto el casco-, las cosas aquí se van a poner feas.
     -          Intentare mandarte a la Cuarta para que abran un pasillo entre las tropas enemigas. No será fácil.
     -          Lo se, Nero. Tengo que reunirme con Andalecius.
     -          Entendido.
Moviéndose casi en sigilo, los componentes de grupo de Lobos Lunares se reunieron. La  voz de Abaddon fue subiendo de nivel, lo cual fue aprovechado por los astartes para, casi sin que el enemigo lo sintiera reunirse en un punto. Por señas, Loken indico a la escuadra avanzar. Cuando Abbadon estallo estaba muy lejos del lugar.

La impaciencia y rabia de Abaddon estallo.
    -          ¡SOY EL SEÑOR DE LA GUERRA!, ¡SOY EL SEÑOR DEL CAOS!, ¡NADIE PUEDE SER MAS QUE YO!
Fueron las últimas palabras que pronuncio antes de atacar a Udyat. El exterminador no vio el golpe, el golpe brutal que le asesto. Con los ojos inyectados en sangre  atravesó con la Garra, la verdadera Garra de Horus el cuerpo del caótico. Un destello dorado, seguido de un relampagueo cruzo la vista de Udyat. Sintió como sus entrañas eran  retorcidas. Lo siguiente fue como Abaddon lo levanto y, como si fuera un muñeco de juguete, lo lanzo unos metros. Lo único que pudo hacer Udyat fue teletransportarse.

Abaddon al ver que su enemigo huía levanto sus brazos con gesto triunfante,  y miro con arrogancia, la arrogancia del ganador a su alrededor. Entonces un grito, en forma de nombre salió de su garganta.
- ¡LOKEN!


Desde nuestra privilegiada  posición vimos el brutal ataque de Abaddon. Vimos como miro a su alrededor y como grito el nombre del Comandante. Aquello hizo reaccionar al Capitán Vipus, quien de inmediato dio la orden. La Décima atacaba, iba a reforzar la posición de la Primera. También vi, como en una parte alejada, el exterminador caótico se reunía con otras sombras grises. Se lo hice ver al Capitán, quien asintió. Había más de aquellos guerreros. Como me contó el Capitán no los reconoció por que iban mezclados con los Portadores, El color de las armaduras eran parecidas a las de esa Legión antes de la Herejía, por lo que Vipus creyó que podrían ser algunos que todavía no habían pintado su armadura de rojo sangre.
Junto a ellos vi otra cosa. Soldados. Bueno, parecían Guardias Imperiales, pero sus uniformes eran parecidos, pero estaban distorsionados. Eran de un color gris oscuro, algunos llevaban armaduras antifrac pintadas de rojo, otros de negro. En aquel momento no lo aprecie, pero cuando me enfrente a ellos en el campo de batalla vi a varios. Llevaban mascaras, algunas metálicas otros simplemente un rebozo ocultándole su rostro. Otros, ni siquiera eso. Estaban ya tan corruptos por el Caos que parecían más muertos que vivos, incluso sus fluidos vitales se escapaban por heridas o pústulas. Pero eso lo descubrí más tarde, cuando nos enfrentamos a ellos. Y todos llevaban en una hombrera la Estrella del Caos y en la otra el Ojo de Horus, el símbolo de los Elegidos de Udyat”

El estruendo de las motos era ensordecedor. Parte de la Cuarta Compañía, con Thalsan al frente, se movía para abrir un hueco por el que Loken y los demás escapar. El aspecto de Thalsan en moto era asombroso. Si sin ella intimidaba, con su moto era un enemigo muy peligroso. La moto estaba adornada en su parte delantera por dos rayos que salían para cubrir sus manos. En otros Capítulos tenían formas de alas, pero Thalsan lo había adaptado para que parecieran rayos. Los tecnomarines de la Legión no se acercaban a los vehículos de la Cuarta. Solo los astartes de la Cuarta arreglaban sus vehículos, ya fueran Speeders o motos. Cada moto era única, personalizada. El vehículo era una extensión más del astarte, como si formara parte de él. Cada moto de las diferentes escuadras era singular y había algo que las distinguía. La Cuarta estaba formada por seis escuadras de motos y tres de Speeders, además de la escuadra de Honor, que acompañaba a Thalsan. Estos, a imagen del Capitán, llevaban también guardapolvos de diferentes colores. Eran tres su Guardia de Honor, los tres vestidos con distintos colores. El guardapolvo de Thalsan era de cuero negro, algo gastado y raído, por lo que parecía más de color gris que otra cosa, An-sha, vestía un guardapolvo  blanco como la nieve,  en la parte delantera de la moto llevaba, en donde debería estar el faro, la cabeza de un Lobo. Shen-san, era de color marrón oscuro, con cubiertas de dorado. En su pecho llevaba una espada con dos rayos, símbolo de ser el segundo de la Compañía. Y el último era  Jin-shue. Este era sin duda el más joven de los tres, pero no por ello el menos importante. Como el resto se había ganado el puesto que ocupaba. Su moto llevaba unas alas como las de un ángel. Cuando le preguntaban por qué llevaba eso, en vez de un rayo, respondía,”Si los Sangrientos y los Oscuros las llevan ¿porqué no yo?”
Entre sus compañeros le llamaban Ángel, mientras An-sha era Lobo y Shen-san era  Trueno. Pero al Capitán todos le llamaban Thalsan, el nombre que le pusieron en los Cicatrices Blancas.
Todos habían escogido sus nombres basándose en raíces  chogorianas.

     -          Lobo, ¿que harás cuando termine la batalla?- dijo Trueno, quien hablaba a través de su comunicador general en la moto.
     -          Primero terminemos con esto y después ya veremos- le contesto- no creo que al Comandante le haga mucha gracia que por culpa de tu cháchara lleguemos tarde,  se encuentra entre dos fuegos.
     -          No te preocupes por eso, siempre podemos echarle la culpa a Ángel, que es el más lento.
     -          Creí que eras tú Trueno, el más lento- respondió Ángel, quien si llevaba puesto el casco.
     -          Chico yo soy un relámpago letal, como indica mi nombre. ¿Tenéis las armas preparadas?
     -          Afirmativo- respondió Ángel- solo una cosa Rayo, a ver cuando hablas con Arteus para ver si termina de una vez de adaptar las armas. Me veo un poco tonto con este rifle de plasma, cuando alguno de nuestros chicos llevan ya las armas nuevas modificadas.
     -          Siempre quejándote- le contesto Lobo-, yo voy con un fusión y no me quejo.
     -          Si pero es de los nuevos, de los portátiles. ¿Crees que puedo conducir esta moto con este armatoste en mis manos?
     -          Dejad ya de protestar- dijo Thalsan-, la próxima vez que os escuche protestar de esa forma os vais a enterar. Y tú Ángel, podías haber cogido una pistola de plasma en vez de quejarte tanto. Ya sabéis lo que tenemos que hacer. El comandante nos necesita ya en combate, así que a correr.
La moto de Thalsan salió disparada como un rayo, atronando a su paso. Iba armado con una lanza de energía de la que colgaban distintos juramentos del momento. La empuño, dispuesto arrasar al primer enemigo que se le cruzara, algo que no tardaría mucho en pasar.

Loken avanzaba rápido con sus hombres. No miraba a tras, era un error hacerlo ya que lo único que vería seria el maremágnum negro que tenían detrás. Debían de avanzar solo eso les valdría. Miro a Radiax, quien no llevaba puesto casco y le dijo algo, sin palabras.  Loken le contesto por el casco, por un canal privado.
     -          No lo sé.
     -          ¿Estas seguro?
     -          Si, ese exterminador me da mala espina.
     -          Tú lo escuchaste lo que dijo, ¿Horus estará vivo?
     -          No creo, Abaddon se encargo de hacer desaparecer su cuerpo después de arrancarle la Garra.
     -          ¿Quién entonces ese Horus?
     -          Pueden ser dos cosas, un engaño, o un amigo que creí que murió hace mucho tiempo. Dejémoslo, Radiax. ¿Los hombres están preparados?
     -          Si, con munición suficiente, tormenta y e infierno.
     -          Bien si quieren un infierno lo van a tener.

Loken paro el grupo. Delante de ellos estaban los heréticos de los Portadores de Palabra. La posición de la Primera estaba cerca, pero para llegar hasta ellos deberían de atravesar la muralla de heréticos.
     -          Hay están.- dijo Loken a todos- Son los Primeros  Heréticos, los primeros que nos traicionaron. Ya hemos luchado con ellos antes- miro a Kernya y este asintió- saben quienes somos, de que estamos hechos. Vamos a demostrarles lo que es un Lobo Lunar.
Y al decir esto, la formación en punta de lanza abrió fuego. Una llamarada de fuego impacto en los heréticos que fueron consumidos por el.

Las motos de Thalsan atacaron por el costado izquierdo. El primero en caer fue un  Paladín del Caos, que llevaba una armadura roja llena de cráneos y de lo que en su día fueron juramentos, ahora convertidos en jirones demoniacos. Se lo llevo por delante, atravesándolo con su lanza. Un chisporroteo de energía y un olor a quemado fueron la señal que le indico que el herético estaba muerto. Lo siguiente fue un revoltijo, un caos de fuego y acero que provenía del choque, literal de las motos con los cuerpos de los enemigos. Los bolters acoplados acribillaban a los caóticos, que caían sistemáticamente, mientras los lanzallamas y  las armas de fusión quemaban, literalmente sus cuerpos. Más de un enemigo caía con un agujero producido por el cañón de fusión de alguna moto, o era quemado vivo por los lanzallamas. Mientras por la retaguardia se enfrentaban al huracán de fuego que eran Loken y sus dos escuadras.


Nero llego hasta la posición de Andalecius, donde combatía, codo con codo contra la marea de enemigos que chocaba incesantemente.

“Cuando llegamos a la posición de la Primera vimos al Capitán Margol como los dirigía. Para mi fue un shock, ya que era la primera vez que veía a los astartes en combate tan de cerca.
Él era el primero, dirigiendo a sus legionario. Sobresalía del resto, ya fuera por su armadura, negra como la noche, o por su porte. Llevaba en una mano una espada de energía, que parecía de fuego y un escudo tormenta en la otra. Él era el primero en punta de lanza de la unidad de asalto, todos armados con escudos de combate. Escuche su voz que decía, Aguantad. El enemigo intentaba asaltarlos pero los astartes, armados con armas de energía la mayoría, lanzas, espadas, mazas, hachas e incluso martillos tormenta aguantaban al enemigo. Soportaban la carga. La voz del capitán sobresalía del resto.”

      -          ¡Aguantad!- dijo Margol.
Los astartes de asalto, con los escudos retenían al enemigo.
      -          ¡Aguantad!- volvió a decir, el empuje delos caóticos era increíble, pero increíblemente lo aguantaban.
      -          ¡Empujad!
La orden fue obedecida de inmediato por el grupo, que empezó a empujar a los enemigos, los moverían como unos veinte metros.
      -          ¡Atacad!- dijo ahora Margol. Él fue el primero en hacerlo, partiendo por la mitad a un legionario del caos con su espada.
Lo que siguió fue una marabunta. La formación se abrió, con él al frente y la carga que se produjo fue mortal. Los caóticos salían despedidos, mientras las escuadras de asalto de la Primera, con la Catulana al frente, destrozaban a los enemigos.
Nero lo miro y tomo una decisión con determinación.
      -          ¡Atacad!
El ataque de apoyo de la Decima fue, combinado con el ataque de las escuadra de asalto demoledor. Nero dirigía a sus hombres, los tácticos disparaban sus bolters directamente a las cabezas de sus enemigos, los devastadores destrozaban con las armas pesadas la carne y la ceramita por igual.

“Fue la primera vez que entre en combate. Enardecido por el ataque de los astartes, me uní a ellos y dispare mi pistola láser. Abatí a un caótico, un cultista que vestía harapos, una mascara sanguinolenta quedo en su cabeza cuando un disparo atravesó su cabeza, fue mi primer afortunado disparo. Pero entonces yo fui como los demás, otro objetivo más.
Vi como la Primera, a unos metros de mí, masacraba a los legionarios de los Portadores. Las armaduras carmesíes eran destrozadas por el ataque combinado de armas de cuerpo a cuerpo. Era monstruosamente deleitante ver como, el Capitán Margol y los suyos destrozaban las filas del enemigo. Su ataque era coordinado, casi de libro. Sus enemigos caían sistemáticamente. La formación solo se abría para que asestasen golpes mortales. Cada golpe era un enemigo muerto. Me quede quieto, como petrificado cuando la marea roja era detenida por la marea negra. Armaduras negras y negros hábitos. Pero no todos los astartes llevaban hábitos. Las escuadras tácticas solo llevaban las armaduras negras. No me había fijado en ello, solo el sargento llevaba una de estas túnicas, como para indicar que era un veterano. Las escuadras de asalto de veteranos que acompañaban  al Capitán iban todas con túnicas, ya que eran como su guardia más cercana.
Tan ensimismado estaba que, no vi que un enemigo se acercaba a mi. Afortunadamente reaccione. El caótico gritaba detrás de una mascara metálica oxidada. Cerré mis ojos y dispare dos veces, casi a quemarropa. Los abrí y vi como el enemigo caía al suelo, lentamente con un impacto de láser en su pecho y otro que había destrozado su mascara. Me acerque y pude comprobar que, su ropa eran prácticamente harapos de color carmesí que contenían su cuerpo. La mascara, destrozada dejaba entre ver la silueta de lo que en su día fue un rostro humano, ahora distorsionado por la maldición del Caos. Tenía en el rostro, puesto directamente como pinchos, que se adentraban en la carne y sanguinolentos. Algunos estaban como oxidados y esta podredumbre se había transmitido a la zona en la que estaban atravesada la carne. Era un espectáculo grotesco, a la vez que turbador. Que una persona hiciese eso, no podía comprenderlo. De repente un sabor agrio vino a mi boca. No pude soportarlo más y de repente, un dolor agudo en el estomago subió por mi garganta. Casi sin querer, vomite. Me agache y vomite todo lo que tenia en mi estomago. Era algo que no podía controlar.”

Dos de los astartes, los que Nero había asignado a la protección del joven rememorador, se acercaron a él y lo protegieron. El chico estaba de rodillas, vomitando. Uno de los astartes rió por su casco, pero el otro le hizo una señal y disparo una ráfaga de proyectiles explosivos que tumbaron a un par de legionarios enemigos.
     -          Estoy bien- dijo el chico.
     -          Continuemos. Tenemos que reunirnos con el Capitán, no podemos rezagarnos.
El chico asintió.

 Loken vio como Thalsan había abierto un pasillo. Era el momento de aprovecharlo, para poder introducirse en las líneas enemigas y avanzar hasta la posición de la Primera. Thalsan y sus hombres abrían la marcha mientras que Loken y los suyos avanzaban detrás. Lo que veía era un reguero de cuerpos destrozados por los disparos de los bolters acoplados o por el uso de armas de fusión, bolters de gran calibre o simplemente por armas de combate cuerpo a cuerpo. Masas sanguinolentas se agolpaban en el camino. Loken, así mismo como Radiax advirtieron que muchos, la mayoría eran heréticos, había pocos legionarios. Por el color de sus ropas, los que tenían y de sus símbolos vio que eran Portadores de la Palabra. Sin duda estaban atacando  de fuerte a la Primera.

Nero vio como las motos de Thalsan llegaban a su posición, arrasando a los enemigos que encontraban. Sabia que detrás venían Loken y su grupo, eso era seguro. Llego a la posición cerca de Margol y hablo con él.
      -          ¿Qué tal van las cosas, Andalecius?
      -          ¿Cómo quieres que vayan capitán?, pues bien. Hemos rechazado ya  a los enemigos veinte veces, y veinte más los rechazaremos.
      -          No te confíes, chico-le dijo Nero-, sabes que solo te estas enfrentando a los Portadores.
      -          Lo se Nero. Pero esto parece demasiado…
      -          Fácil, ¿no?
      -          Si, demasiado fácil.
      -          Ya se complicara la cosa, no te preocupes. Y a lo mejor antes de lo que supones- dijo señalando a la nube de polvo que levantaban las motos de Thalsan- ¿Sabes lo que significa?
      -          Thalsan  viene con el comandante ¿no?
      -          Si, significa problemas.

Tarik vio como el ataque combinado de Guerreros de Hierro e Hijos del Emperador se unían a hora los Mil Hijos de Ahriman.
Se acercó a la Inquisidora.
     -          Ha resistido bien los ataques hasta ahora.
     -          Usted también Tarik y su lobo ha  matado a varios enemigos que se le acercaban peligrosamente.
     -          Reev me protege, eso es todo. Es un depredador.
     -          Pues según parece nuestros amigos vienen por más ¿no?- dijo la inquisidora señalando a un grupo de Hijos del Emperador.
     -          Por lo que parece si, Compañía, vamos a tener la visita de los Ruidosos, vamos a prepararles un buen recibimiento.
La inquisidora vio un compacto grupo de legionarios traidores, estaba compuesto por varias escuadras de Guerreros de Hierro apoyadas por marines Ruidosos de los Hijos del Emperador.
Los Lobos de Tarik se prepararon para el ataque. Los Guerreros de Hierro avanzaban, con paso lento pero decidido, apoyados como estaban por los Ruidosos, También se les veía como detrás de ellos un equipo montaba lo que parecían cañones de combate. No se habían visto vehículos, lo que indicaba que no se los habían tomado en serio, seguros de su poderío.
La inquisidora miro atentamente como un grupo de Lobos se preparaba para el ataque. Suicidamente iban a cargar, mientras un grupo de tácticos y otro de devastadores los cubrían. Y comenzó el tiroteo.
Vio como, los Lobos de Tarik avanzaban corriendo, gritando. Iban armados con espadas sierras dobles, hachas tanto de una mano como de dos manos, martillos, espadas de energía, garras y puños de combate. Avanzaban sin pausa, a la carrera mientras los devastadores lanzaban una marea de acero y fuego sobre el enemigo. Y también vio como, por uno de los flancos avanzaba la escuadra táctica. Comprendió que aquel ataque era ensayado, ya que mientras el enemigo centraba su atención en las cuatro escuadras de asalto, los devastadores los cubrían con fuego de supresión y la escuadra de diez hombres, armados con bolters,  rifles de plasma y  algún que otro cañón, avanzaba casi a hurtadillas para colocarse en un punto en el que el enemigo no los detectaba. Sabía que el ataque de esta escuadra iba  a ser devastador. Observo.
Las escuadras de asalto avanzaban saltando por encima de los muertos gritando y atrayendo al enemigo. Bajo el fuego de supresión de los devastadores cayeron varios legionarios enemigos, y también varios Lobos de los asaltantes cayeron heridos  o muertos, pero aun así seguían avanzando comiendoles terreno. La escuadra táctica estaba en posición, y a una señal convenida, abrió fuego.
El enemigo se encontraba ahora entre el fuego de supresión, el ataque de las escuadras de asalto y el ataque lateral de la táctica que los bombardeaba con plasma. Los Ruidosos abrieron fuego. Un sonido discordante, muy molesto salió de sus armas. Sonaba como un instrumento antiguo que ella había visto en Terra, en un museo. Se llamaba guitarra eléctrica, pero  su sonido era más agradable, mientras que las armas de los Ruidosos emitían como un zumbido distorsionado, sin ritmo. Era monótono, pero muy punzante.
Afortunadamente aquel ruido duro poco, ya que los tácticos dispararon afortunados disparos de plasma justo en el grupo de Ruidosos, quienes salieron desperdigados en sanguinolentos trozos mezclados con plasma.
Los Guerreros de Hierro, al verse que no estaban siendo apoyados se retiraron de la posición.
La inquisidora los miro como se retiraban y en ese momento sintió algo en su interior que iba mal. No podía explicarlo, pero sabía que algo iba mal. Cogió a Tarik por el brazo.
      -          Tarik, psíquicos.

Ahriman y su sequito estaban allí, parados en lo que fueron las ruinas de un viejo templo. Este, gracias a sus poderes de disformidad sabía lo que era, un antiguo templo dedicado a los dioses.  Y por tanto se había vestido para la ocasión.  No llevaba su armadura normal, para esta ocasión había escogido una muy especial. Era una túnica roja, sobre su armadura también roja y en una de sus hombreras llevaba el símbolo de su Culto, el Corvidae. No se había puesto aquella desde la caída de Prospero, cuando ardió por causa de los Lobos Espaciales. Era roja con detalles en dorado y aquello le hacia sobresalir de entre sus acólitos. Además de él, les acompañaba otro hechicero, de los Portadores de la Palabra que iba acompañado por unos psíquicos y un chico, joven que por su porte podía ser un soldado imperial. Con el iban a hacer un ritual.

Ahriman comenzó la Enumeraciones, que su señor Magnus le enseño cuando lo conoció. De esta forma mantenía el control del poder que iba a desatar, para que no lo consumiera. Comenzó con las más sencillas y poco a poco comenzó a entonar cada vez más complicadas. Esa era la única forma de controlar el poder de la Disformidad y que ella no le consumiera.
A él se unieron el otro Hechicero y los psíquicos. Juntos entonaron una salmodia.
La tierra tembló, y parte del suelo se combo, o fueron ellos los que se combaron, no se sabía en absoluto. Ahriman levanto uno de sus brazos y la piedra antigua, quemada por la tormenta de fuego y después por el bombardeo orbital, se elevo. Pero no solo la piedra. Donde antes solo había restos quemados comenzaron a salir columnas, un friso y debajo de el dos columnas más. El suelo tembló, y la punta de un obelisco, de piedra reluciente salió. Estaba flanqueado por cuatro columnas, cada una representando uno de los cuatro Dioses del Caos. Dos de ellas estaban rotas, paridas por la mitad pero las otras dos, la de Khorne y Nurgle, estaban intactas, coronadas por unas vallas con cráneos clavados. La de Khorne estaba bañada en sangre, aún fresca. La de Nurgle  tenía un halo de putrefacción e igual que la de Khorne, un cráneo la coronaba junto con varios esqueletos, de los cuales salía una masa verdosa amarillenta, que caía por la columna. Poco a poco, el terrible Sagrario del Caos fue saliendo de la tierra. Aquello estaba allí desde hacia siglos, oculto. Tal vez fuera un antiguo templo de los dioses del planeta, quien sabe. Pronto, el Sagrario, con un monolito y símbolos de los dioses del Caos estaba desenterrado.
      -          Ahora entrad- dijo con voz atonal.
Varios de los psíquicos entraron, acompañando al joven. Lo pusieron en el centro, justo en el cráneo que estaba en el centro y entonces, los psíquicos entonaron sus voces. A la de ellos se unió la de Ahriman. Juntos sonaba un coro, un coro coronado por unos cánticos que destilaban maldad. El joven en el centro comenzó a retorcerse, se abrió su camisa y en su pecho había un símbolo del Caos, quizás tatuado, pero seguramente hecho con poderes oscuros. El tatuaje comenzó a cambiar, convirtiéndose en una herida, supurante de sangre, pero fue cambiando, hasta que solo fue como una cicatriz. Pero duro poco en ese estado. Otra vez cambio, esta vez sangrando, pero no solo sangraba el tatuaje, el chico sangraba por todos sitios, y de repente, estallo.
Su sangre mancho el suelo, el monolito y las columnas e incluso  a los psíquicos. Entonces el suelo tembló de verdad.
Ahriman, junto con el hechicero de los Portadores, comenzaron a cantar a coro. Y entonces fue cuando comenzó a salir algo más grande del suelo. Primero fueron unas columnas serradas, pero después, poco a poco, salieron más cosas, unos cráneos, unas columnas coronadas por esqueletos, antiguos guerreros   de una época anterior convertidos en piedra, y con ellos unas escaleras, que llegaban hasta un símbolo del Caos, inscrito en el suelo. Aquello era un Templo del Caos, un Altar de Poder.
Ahriman, seguido por el Hechicero del Caos entraron en el y rápidamente se sintieron recargados de poder. Los psíquicos en el Sagrario, juntaron sus poderes a los de los hechiceros y entonces, solo entonces un portal se materializo. Era de piedra, un friso sostenido por dos columnas, con cráneos humanos y de animales. Era un portal, un portal demoniaco.
Tan pronto como las voces alcanzaron el culmen, unas figuras, del tamaño de un marine, de color rojo aparecieron. Eran los primeros demonios.


La Inquisidora y Tarik lo vieron, vieron como emergía de la tierra el templo del caos y después como, la energía combinada de los psíquicos y los Hechiceros abrían el portal.
      -          Hay que detenerlos- dijo ella mirando a Tarik.
      -          Bien pongámonos en ello- dijo Tarik mirándola.
Las órdenes fueron dadas rápidamente. Los Lobos de Tarik se ponían en marcha, acompañados por la Inquisidora. Avanzaban con una apisonadora, lentos pero mortalmente eficientes. Delante de ellos estaban los Hijos del Emperador, con sus rostros sonrientes deformados. Avanzaban gritando, como si fueran bestias. La grácil forma de combatir de los Hijos ya no existía, ahora eran una sombra de lo que fueron. Tarik estaba preocupado, ya que Lucius no había dado señales de vida. Sabía que estaría por algún lado. Por un lado quería enfrentarse a él, pero no estaba preparado para ese enfrentamiento. El choque de ambos grupos fue letal. Reev destrozo a un legionario traidor, y lo arrojo al grueso del pelotón enemigo, mientras Tarik, con su espada atravesaba el cuerpo de otro caótico. La Inquisidora, luchaba con su espada de energía en una mano y una pistola Inferno en otra. El disparo del arma de fusión destrozo la armadura de un legionario. El resto de los astartes tampoco lo hacían mal. Destrozaban a los enemigos como si fueran una extensión del lobo, eran sistemáticos dejando a los enemigos muertos a su paso, pero aun así, los enemigos eran demasiados. Y además, Rubricas de Ahriman se unieron a la lucha. Estos eran antiguos legionarios de los Mil Hijos, de los cuales solo quedaba en su interior la armadura. Pronto se vieron rodeados por estos y por los Hijos del Emperador, mientras los Guerreros de Hierro avanzaban con armas de cuerpo a cuerpo, para acabar con ellos.
La Inquisidora estaba rodeada, tenia enemigos al frente y detrás. Cerró sus ojos y rezo, entono una plegaria, que no era tal si no que conjuro uno de los poderes secretos de los inquisidores. Desde su posición unos anillos de fuego mágico la rodearon, abrió los ojos y extendió sus brazos y estos chocaron contra el enemigo, reduciendo a más de la mitad de ellos solo a cenizas.
Pero aun así seguían siendo demasiados. Tarik estaba espalda con espalda con sus hombres. De pronto escuchó un ruido, como un motor a reacción, sabia lo que era, pero le sorprendió, más aún cuando una mujer aterrizo delante de él.
      -          ¿Que te pasa hermano Capitán?, ¿tienes problemas con estas sabandijas?
Tarik la miro. Vestía una nívea armadura, parecida a la de los astartes, pero no llevaba hombreras. Llevaba una capa de piel gris oscura, tal vez de un lobo o un oso, no sabia a ciencia cierta de cual, Su casco era redondo, formando una perfecta cabeza humana, con un visor en el cual se veía parte de su rostro de mujer. Su armadura se ajustaba a su figura y en su pecho llevaba el símbolo del Aquila, pero la cabeza había sido remplazada por la de un lobo. En su mano llevaba una espada de energía y llevaba en su espalda un retrorreactor, más pequeño que los que usaban los astartes. Era un poco más baja que Tarik, pero sus dos metros quince no se los quitaba nadie. En su otra mano empuñaba una pistola de plasma, con la cual derribo a un enemigo.
Junto a ella aparecieron más figuras similares. La inquisidora  las miro y dijo para si  “estas deben de ser las Lobas”. Eran pocas, unas treinta, llevaban armas ligeras, pero como vio eran letales a corta distancia. Tras ellas oyó el ruido de varios speeders, que montaban bolters pesados y disparaban ráfagas rápidas sobre los enemigos.
Tarik miro de reojo a la inquisidora y dio orden de avanzar. Iban a destrozar al enemigo.


Keller estaba, junto con el Comandante Andraxus, espiando el movimiento de los enemigos. Esa era su misión, así de simple. Junto con él, llevaba a un grupo de expedicionarios, como él de la Primera Compañía. Andraxus iba con un grupo de la segunda compañía, chicos que se habían unido a la Fuerzas Expedicionarias por que no habían pasado las pruebas. No tenían experiencia, como casi ninguno de los que estaban allí. Ninguno menos Keller. Keller era un astarte, podría haber estado en cualquier compañía, incluida la Primera, pero Loken le asigno otra misión. Ser el Capitán de las Fuerzas Expedicionarias. Su grado no era capitán, si no Comandante de Fuerza, como Radiax. Y por supuesto, aunque Andraxus era comandante, él era quien estaba al mando. Fue uno de los mejores, a un nivel muy alto. También fue de los primeros, junto con Radiax y alguno de los más veteranos. Estuvo en el Mundo Demonio, estuvo en Tallarn cuando encontraron el Fellblade. Pero después de la reorganización, Loken necesitaba alguien en quien confiar plenamente y ese alguien era él. Tenía experiencia y sabía llevar un grupo de soldados.
Su unidad estaba formada por una veintena de exploradores, además de los expedicionarios. En las Fuerzas había una distinción clara. Los expedicionarios vestían armaduras negras, con hombreras en blanco y llevaban el símbolo del lobo lunar en su derecha. Ellos, los exploradores, llevaban armaduras verde marino, con detalles en blanco. No era casualidad, ya que la elección la hizo él. Cuando vio por primera vez a Loken con su armadura, casi siendo un niño, le gusto aquel color. Y por eso aquel color era su color. Había notado también una cosa, por lo menos después de unos años, que algunos astartes, Lobos Lunares, pintaban partes de su armadura de aquel color, sobre todo los integrantes de la Décima. Empezaron algunas escuadras pintando sus hombreras de aquel color, pero hacia poco que había visto incluso armaduras pintadas así. Pero ellos fueron los primeros, incluidos los francotiradores con capas de camuflaje, que les hacia invisibles a los ojos de todos. La capa de color gris crema, los protegía en ambientes rocosos o desiertos.
Miro la situación. El enemigo se estaba desplegando, delante de los Lobos. Desde su posición, podía ver como los Guerreros de Hierro construían una especie de fortín, para incluir en ellos cañones de bombardeo. Al ver esto informo.
      -          Pájaros, aquí Señuelo. Están construyendo defensas de asalto con cañones- dijo-, seria de menester bombardeo de supresión.
      -          Entendido- le contesto la una voz metálica.
A los pocos minutos, una escuadra de Thunderhawks apareció y bombardeo la posición.
Aquello en realidad le aburría. Era solo decir, apuntad aquí y voladlo. Él lo hacia, era su deber, pero deseaba un combate. Estaba allí, armado con su puño de combate y llevaba en su cadera una pistola de plasma. Eran nuevas, dadas después de la misión en el Mundo Demonio, pero desde entonces, cuando le asignaron la construcción de las Fuerzas Expedicionarias, no las había usado. Su armadura superior, verde marino, tampoco tenía mucho uso. Llevaba también un pantalón gris, como las capas de los exploradores. Junto a el tenia a varios exploradores, armados de diferentes formas. Todos eran nuevos hermanos, en entrenamiento. Aún así eran los mejores de los reclutas. Solo los mejores podrían estar en la Primera Compañía. El los elegía personalmente, a todos y cada uno de ellos y los conocía perfectamente. Serian, cuando estuvieran preparados, legionarios astartes y serian los mejores. El resto formaban parte de la Segunda Compañía, junto con los voluntarios. Dentro de la Segunda había una división clara, los reclutas y los voluntarios, que formaban compañías distintas dentro de la compañía. Era complicado, pero era fácil distinguirlos por sus uniformes. Mientras los reclutas llevaban armaduras de explorador de color verde marino y hombreras blancas, los voluntarios llevaban armaduras negras con hombreras verde y detalles en blanco. También estas eran distintas, mientras que las de los reclutas era la armadura  reglamentaria, la de los voluntarios era parecida a la antifrag de la Guardia, aunque llevaban unos cascos con visores y completos, mientras que los reclutas no los llevaban.
En esta misión les acompañaban varios voluntarios, junto con Andraxus. Además les acompañaba Sven, cerca de quien estaban siempre la Manada de Lobos. Estos eran uno de los casos únicos en los Lobos. Eran fenrisianos, huérfanos que había recogido Sven y los había traído a Isstvan para que se convirtieran en Lobos Lunares. Llevaban la armadura verde marino, como todos los exploradores, pero sus hombreras  y ropa eran de color gris, como la armadura de Sven. Pero se notaban que eran fenrisianos por sus armas, sus fetiches y como por su forma de combatir. Eran valientes, hasta lo suicida y siempre estaban peleándose o bebiendo. Se reunían mucho con Tarik, quien les tenía mucho aprecio. Casi todos después formarían parte de su compañía, así que la relación era muy estrecha.

Keller estaba inquieto. Algo iba mal, lo presentía. Había designado puestos de vigilancia con exploradores, los más expertos, con armas de francotirador y capas de sigilo. Nadie los vería y estos le informaban cuando algo ocurría. Y llevaban mucho tiempo sin informar.
Aquel silencio le afectaba, hasta que por fin uno de ellos comunico.
      -          Aquí Alpha a Señuelo.
      -          Informa Alpha.
      -          Movimiento en el sector cinco.
      -          ¿Legionarios o cultistas?
      -          Peor Señuelo, pieles verdes.

Keller comprendió de inmediato. Orkos en aquel planeta, seguro que había venido al olor de una buena batalla. No sabia de que bando estarían, ni siquiera si, en su frenesí de combate, atacarían a ambos bandos. De los orkos cualquier cosa podía esperarse.
      -          Señuelo, eso si, debo de decirte que son raros.
      -          ¿Raros?, explícate Alpha.
      -          No son como otros que haya visto antes, van bien armados, pero sus rostros y cuerpos van cubierto de pintura roja, no se si decirte si es pintura o sangre.
Había oído rumores, rumores acerca de orkos caóticos, pero siempre había creído que eran falsos. Los mismos orkos desechaban a esos. Incluso los mataban, ya que suponían que eran seres superiores, tocados por los dioses orkos. Así que los sacrificaban a ellos, a Gorko y Morko y de esa forma los complacían.
Aquello lo dejo estupefacto, orkos caóticos, y con toda la pinta de ser seguro seguidores de Khorne. Mal asunto.
      -          Dirección Alpha.
      -          Van al sudeste. Creo que se han separado del grueso del ejército. Son unos cincuenta y van en varios vehículos destartalados. El que los guía parece un noble y el otro es un “raro”.
Aquello de raro solo significaba dos cosas, o era un estrambotiko, o un mekanico. Rápidamente dedujo, por su dirección donde se dirigían. Seguro que habían visto el Manufactorum G, un antiguo edificio, medio en ruinas, que había servía como punto de repostaje en las rondas de vigilancia para los rhinos. No había gran cosa en él, solo combustible y algunas armas de corto alcance como escopetas y algunos bolters. Pero aun así, no estaba decidido a que unos orkos andarán sueltos por el planeta.

      -          Comandante- dijo Keller- tenemos compañía en el sector cinco.
No escucho bien la contestación de Loken, ya que había algún ruido estático que entre cortaba sus palabras, aun así le contesto.
     -          Son pieles verdes, comandante, creo que podremos lidiar con ellos. Se exactamente a donde se dirigen, al Manofactorum G. Iremos allí, que estamos más cerca y les tenderemos una trampa. Vendrán conmigo Sven y los fenrisianos. Entendido.- Keller asintió. Era clara la orden de Loken, acabar con ellos.


El Manufactorum G era un trozo de chatarra, así lo había definido más de una vez Vipus al referirse a él. Muchas veces Keller se había reído de las palabras del capitán, pero ahora que lo tenía delante de él sabía que era cierto. Era un antiguo Manufactorum, anterior a la caída de Isstvan III, pero pese a todo estaba en pie. Tenia tres secciones, la primera era un pequeño almacén, que se usaba para el combustible y armamento y unidos a ella por una pasarela, dos torres, una a cada lado. Eran las que comunicaban con el hangar de vehículos, una extensión para que los vehículos pudieran repostar, y de la tercera, solo quedaba una torre que estaba comida por el oxido y sin posibilidad de acceso. Estaba destartalado y medio herrumbroso, a pesar de los cuidados de varios servidores. Al verlo, de inmediato vio sus posibilidades tácticas.
Sven estaba a su lado, mirando el viejo edificio.
      -          Estos orkos están locos, Keller- dijo con un fuerte acento-. Ese edificio es casi tan viejo como yo, ¡jajajajaja!
Por una vez, Keller le daba la razón al viejo lobo espacial. Sonrió y en seguida vio la táctica a usar.
La distribución era de libro. La escuadra Sigil se situaría en la única torre con acceso, desde allí sus disparos serian mortales. Eso si, tendrían poca cobertura contra armas de cohetes, por lo que esperaba que los orkos no fueran armados con ellas. La manada de Lobos se dividiría en dos escuadras, una mandada por Sven, que incluiría todas las armas cuerpo a cuerpo y otra se emboscaría en el hangar, y desde donde podrían causar mucho daño. Además en esta última escuadra había un lanzamisiles, el cual destrozaría los vehículos orkos y les cortaría la retirada. La escuadra Efestos tomaría el edificio principal, al mando de Aramus, su segundo al mando. Él se uniría a los Lobos.
      -          Me gusta el plan- dijo Sven- aunque Keller, yo tu me quedaría con la Efestos, o con el resto de la Manada.
      -          ¿Por qué?
      -          Avanzar a disparo limpio- dijo el astarte-, y así apoyar a mi escuadra. Ellos nos llevan ventaja. Eso si nosotros contamos con mejores armas.
      -          Y los tiradores- dijo Keller- y también armas pesadas.
      -          Si chico, pero en un combate nunca sabes como van a ir las cosas. Un arma se puede encasquillar o un misil no impactar en donde debía. Creo que usando las dos escuadras, una desde uno de los flancos, los cogeríamos desprevenidos, aunque los pieles verdes son imprevisibles. Debemos de engañarlos, mostrarles un cebo. Los orkos no dicen que no a una pelea, y menos contra unos marines espaciales. Yo y  parte de la Manada seremos los cebos.
      -          No me gusta, algo podría salir mal.
      -          Los orkos se cegaran con nuestra presencia. Un orko nunca dice que no a una buena pelea, lo llevan en sus genes.
      -          Pero ¿y los vehículos?, no os podréis enfrentar a ellos.
      -          Les obligaremos a dejar los vehículos. En esta zona la orografía es muy difícil, si además ponemos algunas barricadas y barriles, no podrán ir en ellos. ¿Ves aquello?- dijo el lobo- tienen que entrar por en medio de esos dos cráteres, y la única forma de hacerlo es sin vehículos, debemos obligarlos a ello.
Sven estaba señalando dos cráteres, de orografía muy pronunciada que estaban muy juntos. Si a su lado ponían obstáculos, infranqueables, los kamiones no podrían pasar.
      -          Aun así es una pelea de dos contra uno- dijo Keller- no va a ser fácil vencerles.
      -          Cuento con ello, con el coraje de estos hombres y con los tiradores de élite. Ellos deberán de matar al mayor número posible. Yo puedo con cinco o seis a la vez, con dos o tres grandes supongo. Tú también puedes tumbar a unos cuantos con ese puño, y los bolters y escopetas pueden causar mucho daño. Y ya no te digo nada de las armas pesadas. El bolter pesado puede suprimirlos en su avance. Y el lanzamisiles puede destruir los vehículos, con lo cual les cerraríamos su retirada.
Keller asintió. La idea del viejo lobo espacial tenia sentido. Ahora debían de esperar que saliera bien.

Cada uno ocupo sus puestos. La escuadra Sigil, oculta en la torre, esperaba que el enemigo estuviera a la vista. La escuadra Efestos, oculta entre los restos del otro edificio, esperaba el momento del flanqueo. Y Keller, con algunos exploradores de la Manada, estaba oculto tras el hangar de repostaje, dispuestos a esperar la señal de ataque. Todo debía de ser sincronizado, para sorprender a los orkos.
Sven y una escuadra de la Manada de Lobos estaban ocultos tras una barricada. Eso de oculta era mejor decir casi oculta, ya que la envergadura del Lobo espacial era lo suficiente para que cualquiera se diera cuenta de que estaban allí. No le importaba, para eso estaba. Una barricada de vigas de acero era lo que los protegía. Habían cogido varias y las clavaron en el suelo, sujetadas a media altura por una gavilla y dos crucetas, también de acero que habían encontrado entre los escombros. Aquella barricada improvisada, de momento funcionaria. Eso y la mala puntería de los orkos, con la cual contaba Sven, unido a la poca potencia de sus armas.

Desde su puesto de vigía, uno de los exploradores vio el humo de los vehículos, que se acercaban a gran velocidad. Era esperpéntico, casi de risa ver aquellos destartalados camiones, que avanzaban dando trompicones. Sus tubos de escape lanzaban un humo negro. Contó por lo menos tres y en ellos venían una horda vociferante de orkos. Desde allí, a varios kilómetros de distancia se escuchaban los gritos. Hablo con su comunicador a  Keller.

Keller recibió el aviso y comprobó su pistola de plasma. Su carga estaba al máximo, como no era de esperar. Aquel arma era potente y fiable, pero tenia un defecto, podía estallarle en las manos si no media bien el tiempo de sobrecarga del arma. Un par de disparos cargados podían sobrecargar el arma y debería de esperar a que se enfriase para volver a disparar. Cerró su puño, miro a sus hombres y los vio tranquilos. Dentro de poco empezaría la batalla.

Sven estaba inquieto. Siempre lo estaba cuando iba a luchar. Mostró sus colmillos, en un acto reflejo de furia. Estaba deseando entrar en combate, la sangre de Russ corría por sus venas y esta hervía ante la perspectiva de un combate. Miro y vio justo lo que esperaba. Los orkos pararon los vehículos y se bajaron de ellos. Los contó de forma rápida, algo que tras siglos de lucha había aprendido casi instintivamente. Eran una cincuentena, aproximadamente. Se estaban disponiendo en varias escuadras, unas cuatro o cinco. Observo a sus cabecillas. De ellos sobresalía un orko gigantesco, tal vez un noble, un jefe de guerra de aquella partida. Junto a él había otro, más enclenque, que llevaba una garra de acero, al parecer que se encajaba en la mano y una pistola de diseño extraño. No seria de esperar que lanzara algún tipo de rayo, pero seguramente de baja potencia. También vio otros orkos grandes, que sobresalían del resto, pero no tan grandes como el otro. Eran los que mandarían las escuadras, pensó.

      -          No disparéis hasta que yo lo diga- les dijo a sus hombres-. Estarán muy cerca, así que apuntad bien e intentad abatir a la mayor cantidad posible. Usad las armas de combate cuando estén cerca.
Uno de los Lobos asintió. Llevaba un hacha de energía, lo que le distinguía como algún tipo de veterano, un sargento. Llevaba un peinado fenrisiano, con el pelo engominado, muy tieso y unas coletas. Estaban preparados.

Los orkos se acercaban, lentamente. En su camino hacia el Manufactorum, Sven había dispuesto pequeñas “sorpresas” como las denominaba. Eran trampas explosivas, algunas ocultas en barriles medio llenos de combustible. Aquello causaría caos entre los orkos cuando avanzaran e incluso, con un poco de suerte algunos morirían en las explosiones. El primer grupo se estaba acercando a uno de ellos.
Estaría formado aproximadamente por unos doce o quince orkos, liderados por un noble, que les sacaba una cabeza. Avanzaban con paso lento pero firme, dirigidos por el grande, que iba a la cabeza. Sven había puesto cargas de cercanía, con lo cual, cuando estuvieran a corta distancia estas se activarían. Ellas más el combustible, crearían una bola de fuego que, por lo menos, haría ir más lento a los orkos.

El primer grupo llego a las cercanías de una de ellas  y el barril estallo, causando una lengua de fuego que atrapó a varios de los pieles verdes. Los gritos, mezclados con el olor a carne quemada llegaban hasta los expedicionarios. Pero aún así, los grupos de orkos continuaban su avance.

 Sven los veía, dos grupos en el centro uno a la derecha y otros dos a la izquierda. Empezaron a disparar. Una incesante lluvia de proyectiles caía a su lado, rebotando en las vigas metálicas. Los orkos no tenían muy buena puntería, pero la cantidad de disparos no les dejaba asomar la cabeza. Sven grito, apunto su pistola y disparo. Un orko, que estaba más cerca de lo que él creía cayó abatido, con la cabeza rota por el impacto. Los otros, al ver que el viejo lobo disparaba lo imitaron. De uno de los grupos centrales, varios de los adversarios fueron abatidos.
      -          ¡Sacad las armas!- grito Sven- ¡Vamos a cargar!
Aquello si que fue una locura. Sven y la Manada, armados con sus armas de combate cargaron contra el grupo más cercano. La lluvia de proyectiles defensivos caía a sus pasos, pero ninguna daba en ningún explorador. Sven vio como los orkos se preparaban para el asalto. Vio a uno grande, seguro quien los dirigía y se lanzo con su puño de combate dispuesto a golpear.
El choque fue brutal, el orko salió despedido, y la furia, tanto de Sven como de sus acompañantes creció. Se notaba que eran hijos de Fenris, tanto en la forma de luchar como en su forma de esquivar. El sargento, con su hacha, derribo a varios de los orkos, que cayeron al suelo con miembros cercenados. El resto de los exploradores no corrieron tanta suerte, uno de ellos fue atravesado por una rebanadora y cayó al suelo echando sangre por la boca, mientras que otro era herido de gravedad, pero aún así seguía luchando con valentía.

Keller vio la carga y en ese momento dio la orden a la escuadra Sigil, que estaba en una posición excelente para disparar, encima de ellos.
La escuadra Sigil comenzó su tarea. Sus disparos selectivos, hacían caer orkos a doquier por el campo de batalla. En pocos segundos, hasta una docena de pieles verdes cayeron abatidos por los certeros disparos de los tiradores.

Los hombres de Keller, con este al frente salieron de su cobertura y comenzaron a disparar. Un misil impacto en uno de los vehículos, que voló estrepitosamente por los aires. Rápidamente preparo otro misil, que fue dirigido hacia otros dos vehículos que estaban muy juntos y fueron volados. La sorpresa jugo a su favor, y los orkos fueron sorprendidos desde el flanco por los disparos. Varios de ellos, del grupo más numeroso de la izquierda cayeron bajo el fuego de los bolters y escopetas. Keller acabo con el más grande, el jefe del grupo con un par de disparos bien cargados de plasma. Su pistola se puso en rojo y tardo un tiempo en estar operativa, mientras veía como los sorprendidos orkos huían del campo de batalla. Pero lo que vio detrás de ellos no le gusto. Vio a varios orkos de gran tamaño, y entre ellos sobresalía uno que parecía ser el cabecilla. Intento poner orden en los que huían, incluso con su garra destrozo a varios que, aterrados, no atendían a sus órdenes.

Mientras la escuadra Efestos, por su lado, derribaba también a varios orkos. Era el grupo más numeroso, formado por lo menos por una veintena. Estos iban dirigidos por el orko enclenque, el mekanico. Aramus ordeno el ataque, saco su rifle de francotirador y abatió a varios de sus adversarios.
Estos, al ver de la zona que estaban siendo atacados, se giraron e intentaron cargar. Los disparos precisos de los bolters y escopetas derribaron a varios, muertos, pero cuando el bolter pesado comenzó a disparar, lo que fue una carga, se convirtió en una autentica desbandada. Y el primero en salir por patas fue el mekanico, que al ver como el enemigo estaba armado, salió corriendo en dirección contraria a los disparos.

Mientras, Sven y los suyos se enfrentaban contra casi una veintena de pieles verdes. Muchos yacían en el suelo, muertos. Sus armas estaban llenas de sangre. De los manada de lobo, dos habían caído y un tercero estaba herido grave, pero aún así se mantenían firmes. También les ayudaba a esto los disparos certeros de la escuadra Sigil, que abatían a muchos enemigos.

Keller, por su parte vio como los orkos grandes se dirigían a su posición. Preparo su puño de combate, iba a probar si era tan fuerte como Sven para derrotar a un orko.
Disparo su pistola y uno de los tres orkos grandes cayo al suelo muerto, mientras el resto de su escuadra, rodeándolo, acababa con los que, después de los actos convincentes de su líder, se habían unido a este. Cayeron abatidos unos diez, pero aún quedaban en pie, dos nobles y el líder.
El lanzamisiles disparo a uno de ellos, que voló por los aires, desmembrándolo.
Keller reto al líder y se enfrento a él, mientras el resto de la escuadra acababa con el otro noble.

El líder acepto el desafío de Keller. Aquello seria un combate cuerpo a cuerpo, puño contra puño.
El orko llevaba una garra, acabada en un gancho afilado. Keller sabia que si su enemigo lograba atraparlo, además de atravesarlo, lo destrozaría. El comandante miro a su rival. Era grande, más que los otros, pero su armadura no era muy buena. Su rostro de animal estaba surcado por heridas, de las cuales salían regueros de sangre. No era pintura, el mismo se había hecho esas heridas antes del combate y eso era suficiente para determinar el grado de fanatismo y  locura del orko. Nunca había visto nada así, en todos sus siglos como legionario. Sin duda estaba tocado por el Caos.

Los dos se encararon, se miraron uno  a otro. Keller  tanteo a su rival, era fuerte, muy fuerte, pero lo que no sabia era si, por su tamaño, era lento. Si era así podría derrotarlo. El orko gruño, levantando un akribillador pesado que llevaba en su mano y disparo a Keller. Este, rápidamente, rodó por el suelo, esquivando la ráfaga que le lanzo su rival. Llego hasta una improvisada barricada y preparo su pistola de plasma. Si lograba acertar, podía desarmar a su enemigo y destruir el akribillador. Respiro hondo y salió de su parapeto. Disparo dos cargas una normal dirigida al orko y otra sobrecargada a su mano. El orko grito, una mezcla de dolor y satisfacción. El akribillador, destrozado por la carga de plasma, cayó al suelo. El rival miro a Keller y se lanzo hacia él con una furia que solo podía salir del Caos. El enemigo, cegado por la furia intento golpeara a Keller en su cabeza, pero este, de nuevo, esquivo el ataque. El gancho pasó casi rozándolo. Era de acero, muy deteriorado, con síntomas de oxidación, pero también tenia restos de sangre, seguramente de victimas anteriores que fueron asesinadas por la bestia. Keller se recompuso, y contraatacó con su puño de combate.
El orko fue levantado del suelo unos metros y cayó cuan largo era varios metros. Keller lo miro y se preparo para defenderse.
El orko, aún atontado por el golpe del puño, se levanto y miro a Keller. Sus ojos estaban inyectados en sangre, con una furia inmensa.
Ataco. Antes de que Keller pudiera verlo, le ataco. Suponía que estaba atontado, pero no era así y eso pillo desprevenido al explorador. Con la mano que no tenia la garra le propino un puñetazo que lo derribo. El orko grito.
      -          ¡KHORNE!
Nunca había oído decir eso a un orko y creo que nadie antes lo había escuchado. Esos orkos eran especiales. Un aura rojiza envolvió al piel verde, como si un poder más allá de lo real lo estuviera ayudando.
Keller lo miro. Vio en él el Caos, como se enseñoreaba y le daba un poder casi de Dios. Volvió a atacarle, golpeándole. Keller escupió sangre, una sangre rojiza. Algo en su interior debía de haberse roto, pero su organismo superior, genéticamente preparado ya habría empezado a curarse. Agachado lo miro de reojo. Por su rejilla que le cubría el rostro, cubierta de sangre, respiro. Concentro todo el poder de su puño. Ahora se enteraría ese orko de lo que era capaz un legionario astarte.
Casi sin que el piel verde se diera cuenta, Keller se levanto y con una velocidad impresionante se lanzo contra el. Lo único que vio el orko fue una estela negra y verde, que le golpeo. Esta vez el orko, no salió despedido, si no que fue atravesado por el puño. Keller, casi de forma instintiva saco el puño, dejando un agujero sanguinolento en donde estuvo antes su pecho. El orko trastabillo, tocado, herido, pero no estaba todavía muerto. Intento, de nuevo, engancharlo con la garra, pero fallo, ya que su golpe no tenia a penas fuerza. Keller volvió a golpear, esta vez en el rostro, que además de las heridas auto infligidas,  se lleno de más sangre, esta vez de las que le había causado Keller.
El orko se movía como si estuviera borracho, dando vaivenes de un lado a otro. Intentaba golpear a Keller, pero este lo esquivaba. Y por fin, harto ya de esquivar, el astarte le propino el golpe final. Con su mano abierta, llena de energía, le destrozo el rostro. Keller salto, para atrás, ya que el gigantesco orko cayó casi dejando a él atrapado.
Respiro, y miro a su alrededor. La batalla casi había concluido. Sven estaba rodeado de enemigos muertos, podía haber a su alrededor por lo menos seis o siete, y la escuadra Efestos, o lo que quedaba de ella perseguía a un grupo de orkos, que al mando del mekanico huían de la zona. Vio también como varios Manada de Lobo habían caído en combate y como Sven se acercaba a ellos y les musitaba algo en silencio.
La escuadra Sigil salió a la luz, el sargento se acercó a él.
      -          Comandante, el Manufactorum es nuestro- dijo el explorador.
      -          Bien- pudo articular Keller- ¿Bajas?
      -          Un par de hombres de la escuadra Efestos, y varios de la Manada.
      -          Informare al Comandante.

Loken recibió el informe de Keller. El Manufactorum G estaba a salvo, pero varios de los expedicionarios habían muerto. Miro a Vipus.
      -          Nero, creo que las cosas se han escapado un poco de nuestras manos.
      -          ¿Solo un poco?- dijo sarcásticamente-. Si miras allí comprobaras lo que se nos viene encima.
Loken miro. Vio un gran grupo de Caóticos se dirigía hacia ellos, solo con ver el color de sus armaduras supo de quienes se trataba.
      -          Radiax, reagrupémonos bajo el bastión- dijo con una calma asombrosa- díselo a todos los capitanes de compañía, nos retiramos.

Comenzó la retirada de efectivos. Todos, exceptuando las fuerzas Expedicionarias, que estaban fuera de vista, se retiraron.

Loken se reunió con todos los capitanes. Tarik y Andalecius se le acercaron, ambos visiblemente enfadados.
       -          ¡Estábamos venciendo!- dijo el Primer Capitán.
Loken lo  miro y no dijo nada. Fue Nero quien le contesto.
       -          Eso es lo que tú crees- dijo- ¡Mira allí!, ves lo que yo veo, ¿no? Lo mejor es esto reagruparnos y prepararnos para lo que se acerca.
       -          Nero, estaban huyendo- fue ahora Tarik quien hablo-. Con las Lobas y mis hombres los estábamos forzando a una retirada, ahora…
No pudo terminar, ya que Loken, esta vez fue quien contesto.
       -          Tarik, no seas tonto, ni tu Andalecius. Ahora que nos han tanteado nos van a atacar con todo lo que tienen. ¿Que creéis que ha sido esto? ¿una batalla?, es solo una escaramuza, la preparación de un ataque más potente, con todo lo que tienen. Yo los he visto, igual que Nero. Ya están aquí.
      -          ¿Quiénes?- `pregunto Fabricio, cuya nívea armadura estaba manchada con restos de sangre rojiza seca.
      -          Devoradores de Mundos. Khârn y sus bestias de combate.
Se produjo un silencio. Nadie dijo nada.
      -          Capitanes, yo os he llevado a este punto, todo lo que esta sucediendo es culpa mía. No lo he visto claro hasta mi enfrentamiento con Abaddon. Solo os pido una cosa, que me perdonéis. Mi sed de venganza nos ha llevado hasta aquí. Estamos solos, nadie nos ayudara. Si tenemos que morir, así sea pero que nadie diga que los Lobos Lunares no lucharon hasta el final.
      -          Por los vivos- dijo Nero.
      -          Por los muertos- repitieron a coro el resto de los capitanes.
Ese momento fue interrumpido por un sonido metálico, un sonido que hacia retumbar el suelo.
Sejanus, Adelmus y Marcel se acercaban a pasos lentos, pero firmes al grupo. Los tres dreadnoughts, estaban dispuestos para el combate.
Sejanus llevaba un aparatoso bolter pesado en su brazo derecho, mientras que en su izquierdo llevaba un puño de combate con un lanzallamas y una pesada espada. Adelmus llevaba un cañón de plasma, un puño y un bolter acoplado y Marcel un cañón de fusión y un puno de combate con otro bolter acoplado.
      -          Estamos preparados- dijo Sejanus con voz metálica- listos para combatir y desterrar a esos traidores.
Loken los miro. Hasta ahora no había contado con ellos. Era una buena adición al ataque, ya que los tres tenían la suficiente potencia de fuego para detener al enemigo.


El ataque comenzó, vi como los tres dreadnoughts lo encabezaban. Nunca antes los había visto y tengo que decir que me impresionaron bastante, sobretodo Sejanus. Había leído mucho sobre él, fue uno de esos grandes legionarios de todos los tiempos, junto con Loken, Togarddon e incluso Abaddon. Era un héroe, capaz de inspirar a las tropas lo que necesitaban, coraje, valor. Y allí estaba, en cabeza, dirigiendo, como siempre. Los capitanes le seguían, con nuevo y redoblado valor y junto a ellos iba también Loken, en cabeza. Y delante de ellos, y eso era lo que realmente me asustaba, estaban siete legiones, siete legiones que en su día traicionaron sus principios de honor y hermandad. Pero no habían venido solos. Junto a ellos venían heréticos, la escoria de los planetas que iban conquistando, dirigidos por apóstoles oscuros, que les inspiraban para combatir, Demonios, sacados de la Disformidad, dispuestos a alimentarse de carne y sangre humana y también algo, que hasta ese momento no había concebido. Eran constructos, seres mitad maquina, mitad demonios y con parte de humanos. Eran seres que se habían dejado arrastrar por el poder del Caos. Nunca los podre olvidar y siempre están en mis más horrendas pesadillas.
La verdadera batalla estaba a punto de iniciarse.