Kernya estaba de pie, delante del gran ventanal. Veía la
ciudad, mejor dicho, sus implantes cognitivos le hacían ver la ciudad, cada uno
de sus detalles. No podía dormir, ni descansar. En su visor ocular aparecía
información que le confundía. Sus procesos corporales se estaban acelerando,
sus corazones latían a una velocidad mayor que la normal y su piel lucia una
capa de brillante sudor.
Su cerebro cibernético estaba computando cosas que se
escapaban de su entendimiento. No lo comprendía.
Pero su cerebro, además estaba libre de ataduras. Estando
allí recordó.
Ahora veía la ciudad, pero no era como en la actualidad, si
no como estaba casi ciento cincuenta años antes. Solo veía unas parcelas
vacías. La Academia estaba empezando a construirse y la verdad solo era un
tosco edificio donde iban a estudiar
cada mañana.
Llevaba allí ya seis meses. Loken y Vipus lo habían traído allí,
junto con los otros chicos, los supervivientes de la masacre de los piratas
eldar. Aquellos dos desconocidos le habían salvado la vida. Era tratado bien,
comía y le estaban dando una educación, algo que en su planeta natal nunca
había tenido. En Tallarn, después de la muerte de su familia, habría sido uno
más, uno de los muchos desplazados que malvivían en las ciudades y pueblos. Tendría
que esforzarse, tal vez acabara prisionero en alguna cárcel, cuando la
necesidad lo obligara a robar, o terminaría en uno de los miles de regimientos
de la Guardia Imperial del planeta.
Allí era distinto. Se sentía seguro.
Pero aquel día era especial para él. Se iba a presentar a la
prueba de admisión para la Academia Astarte. Quería ser legionario, como lo
eran Loken y Vipus. Los había visto en acción, a ambos y quería ser como ellos.
Estaba nervioso, era un chico de casi nueve años, los
cumpliría pronto. Y aquella mañana cambiaria toda su vida.
Nervioso se reunió con el resto en la explanada. Estaba al
aire libre, en un lugar cercano a la puerta. Allí había lo que parecía ser un Águila
Imperial, pero estaba rota, ennegrecida, pero en su interior se veía lo que
parecía ríos de energía, energía latente, energía que emanaba del planeta.
Les habían explicado que era la prueba. Aquello en realidad
solo era la primera parte, estaba dividida en dos. En la primera prueba, debían de demostrar que eran capaces de
sobrevivir a una sencilla prueba de resistencia. Se les dejaría a varios
kilómetros de la base y deberían volver. Era a primera vista algo fácil, pero
en realidad no lo era tanto. En la prueba debían de demostrar que eran de
verdad fuertes para lo que se avecinaba. Les daban pocas provisiones y sabía
que más de uno caería por el camino.
- Vosotros sois los candidatos- dijo el sargento.
Kernya lo reconoció como uno de los legionarios que habían estado en Tallarn,
recordaba que se llamaba Radiax. Fue uno de los que, cuando volvieron lo atendió
y hablo con él. Durante el viaje hasta allí estuvo hablando con él varias veces
y descubrió que era buena persona, un poco rudo, pero era buena persona. Ahora
estaba allí, intentando asustarlos. Kernya sabia que todo aquello era una pose,
un papel que debía de representar frente a los chicos.
- A llegado vuestro momento- dijo Radiax-, hoy
veremos si estáis capacitados para ser legionarios astartes. Lo primero que
debo de deciros es que no será fácil, será muy difícil, muchos de vosotros no
soportara ni la primera media hora de esta prueba. Seréis abandonados a varios
kilómetros de aquí, en una zona totalmente agreste, con una cantidad limitada
de víveres y completamente desarmados. Deberéis de llegar hasta aquí, hasta
este Águila. Los que lleguen, pasaran a la siguiente prueba. Serán pocos, os lo
digo, pero estarán más preparados para la prueba final. Esta es muchísimo más
difícil, de ella solo sobreviviréis los que después ingresareis en la Hermandad
como exploradores. Pasaran años, hasta que seáis Hermanos de Batalla, pero solo
lo seréis si pasáis estas pruebas.
Recuerdo que nos llevaron hasta una nave.
Era una nave gigantesca, para un niño de ocho años. Era una Thunderhawk, una de
las nuevas cañoneras que Garro le había enviado a Loken. Recuerdo que cuando entramos en ella éramos
unos sesenta, estábamos apiñados en su interior, sentados unos al lado de los
otros, e incluso algunos en el suelo. Recuerdo a un niño menudo que se sentó a
mi lado, después no lo volví a ver, no paso la prueba.
Nos llevaron hasta una zona agreste.
Recuerdo los esqueletos de lo que en otro tiempo fueron casas, tal vez
viviendas de la gente que pobló hacia siglos estas tierras. Todo estaba
destruido, la tierra estaba quemada y con grandes aberturas, provocada por
algún arma gigantesca.
Los rememoradores nos habían contado la
historia de Isstvan III, el planeta que murió dos veces. Fue bombardeado y
destruido por Horus Lupercal, primero por un bombardeo vírico y después por un
bombardeo orbital. Allí fue donde fueron traicionados y murieron los Hijos de
Horus y renacieron los Lobos Lunares.
Pero aquello no era una de las ciudades
principales, más parecía un ciudad secundaria, tal vez una pequeña ciudad.
Mire a mi alrededor y vi los muros quemados
y destruidos, los arboles calcinados y la piedra quemada. Tenían un
característico color grisáceo, y muchas de ellas estaban fundidas.
Mire mi bolsa de provisiones. En ella había
solo un par de raciones de guerra y con aquello debería de aguantar hasta
llegar a la base.
Los chicos, unos sesenta se estaban
dividiendo en grupos. Unos decían que deberíamos ir para el norte, ya que la
base estaba en el norte. Otros decían que no era al norte, si no al sur. Otros,
como yo simplemente callaban y observaban la situación. Uno de ellos atrajo mi
atención. Era pequeño, más pequeño que yo. Debería de tener unos seis años y
era menudo, pero vi en su cara una sonrisa, aquello que estaba pasando le divertía.
-
Bien, cuando acabéis de pelearos- dijo con mucha
sensatez- tomad el camino que os de la gana. Yo voy a la base, así que él
quiera ir hasta allí, que se venga conmigo- dijo riendo.
Un par de chicos, mayores que yo asintieron
y otro de casi mi misma edad también asintió.
- Estamos desorientados- dijo uno de los mayores- así
que lo primero que debemos de hacer es saber donde estamos. Casius, ¿donde
calculas que estamos?
El otro chico mayor se acercó y miro al
cielo.
- Estamos a unos cinco kilómetros de la base, han
estado dando vueltas en círculos para que estemos desorientados. Es una buena
caminata. Esta cerca, pero creo que no va
a ser fácil llegar hasta allí, Andalecius.
- Bien, nos dividiremos en dos grupos, Casius
llévate a los más mayores, yo iré con los pequeños.
- Yo no voy contigo- dijo el chico pequeño- Yo sé
por donde debo de ir.
- Venga no seas…
- ¿Quién te crees que eres?- le dijo burlándose de
él- encima de tener un nombre pretencioso y estúpido, te crees que puedes mandarnos
como así.
- ¿Quién eres tu?- le contesto el chico que se
llamaba Andalecius.
-
Me llamo Tarik Togarddon.
Todos se rieron casi al unísono, incluido
yo. Togarddon era el nombre de unos de los capitanes de los antiguos Lobos Lunares, muerto durante la batalla de
Isstvan.
- ¿Qué os hace gracia a todos?- dijo-. ¿Mi nombre?
- Dinos tu verdadero nombre- dijo el que se
llamaba Casius.
- Ese es mi nombre. Tu tienes nombre de niña
pequeña- dijo riéndose….
- Venga Casius, Andalecius, dejadlo ya, si él dice
que se llama Tarik, se llama Tarik- dijo otro de los chicos. Era casi de mi
misma edad.
- Esta bien Fabricio- dijo Casius-, pero ese enano
y yo ya hablaremos cuando lleguemos a la base.
- No eres más que una nenaza, Casiniño- le dijo
Tarik- cuando seas un hombre hablaremos con los puños.
Y al decir esto le enseñó uno de sus puños.
Pero lo hizo con una sonrisa en el rostro. Casius lo miro ceñudo, si
sobrevivían seguro que habría problemas con ellos.
El que se llamaba Fabricio se acercó a mí y
me hablo.
- Has estado muy callado durante el altercado, me
llamo Fabricio.
- Kernya, soy Kernya. – Mire a Fabricio, y aunque
tenia mi misma edad era mas alto y fuerte que yo. Pero vi en el algo distinto.
Mientras que Andalecius me parecía alguien con carisma nato y Casius era bueno
pero muy estricto, Fabricio era cordial y abierto. Mire a Tarik y vi en su
rostro un gesto burlón. Era el terrano que habían estado hablando todos los
chicos, el nuevo que había venido hacia poco. Decían que era insoportable y muy
rebelde. Se había peleado con muchos chicos e incluso decían que les había
robado.
Miro a otro lado y con desdén comenzó a
andar.
- Vamos con él- dijo Fabricio.
- ¿De verdad crees que es seguro?
- Quiero ver si ese fanfarrón esta en lo cierto.
Si no siempre podremos aparecer con él en el campamento en mis brazos. Eso le
bajara un poco esos humos que tiene. Además Casius y Andalecius se encargaran
del resto, por eso no te preocupes.
Asentí y nos unimos al chico llamado Tarik.
Anduvimos durante un rato, varios caminos
estaban cortados, destruidos. El bombardeo orbital había creado riscos y
acantilados donde antes había habido solo carreteras y caminos. Si el resto
tenían los mismos problemas que nosotros, pocos llegarían a la base.
Habíamos dado un montón de vueltas y los
supuestos cinco kilómetros de distancia de se convirtieron en más. Además
estaba anocheciendo, con lo cual deberíamos de acampar y pasar la noche al
raso.
Cuando acampamos, Tarik se distancio de
nosotros. Yo, con algunas ramas carbonizadas que encontré, medio hice una
fogata, en la cual nos sentamos Fabricio y yo.
- Hemos estado dando vueltas- dije-. La vuelta a
la base será difícil.
- Creo que si- me contesto Fabricio-. Esto será
más difícil de lo que parece.
-
Esta allí solo, seguro que tiene frio.
- Seguro, pero no vendrá, tenlo por seguro. Es un fanfarrón
y un arrogante, pero no dará su brazo a torcer.
- Voy a ir a hablar con él. Si no confía en
nosotros no lo lograra.
Fabricio asintió. Me levante y me acerque
al chico.
- Hola- le dije.
- Si vienes a reírte como el resto da media vuelta
y vete- dijo ceñudo.
- No, ven con nosotros- le conteste.
- Os reísteis de mí todos, ¿Qué os pasa?, ¿os creéis
que sois mejor que yo por que soy un vagabundo?
- No- le sonreí-, no lo creo, pero si creo que tú
eres un tonto si no vienes con nosotros. Primero por que los tres juntos
tendremos más oportunidades de llegar, segundo por que dentro de poco empezara
a hacer frio.
- Durante toda mi vida no he necesitado a nadie,
además estoy acostumbrado a pasar frio- dijo cínicamente.
- Bien, pero si quieres, puedes venir y decírselo
a Fabricio. El no piensa moverse de la fogata. Si cambias de opinión ya sabes
donde estamos.
Di media vuelta y volví con Fabricio.
Charlamos durante un rato y me conto algunas cosas de él. Era huérfano, como
todos, y había sido rescatado por Vipus durante una de sus misiones. Era un
chico de campo, se había criado en un asentamiento agrícola, y estaba
acostumbrado al trabajo manual y a vivir al aire libre. Unos orkos atacaron su
mundo y lo arrasaron. La Guardia Imperial no pudo defenderlos y en es momento
apareció Vipus con sus Lobos, quienes mataron a los orkos.
Yo le explique mi caso, como los piratas
eldar nos habían cogido como esclavos.
- Y ahora estamos aquí- dijo el chico sonriendo-,
estamos en un planeta que se supone esta destruido hace diez mil años.
- Eso es verdad, dicen que Loken y Vipus fueron
supervivientes de esto, ¿no?
- Algo he oído, dicen que son dioses, que son
inmortales.
- Y nosotros puede que seamos como ellos, ¿no?
- Si, eso puede pasar. La verdad, no me imagino
dentro de diez mil años. ¿Cómo será el mundo entonces?
- No lo sé. Donde yo vivía decían que en nuestro
Universo solo hay guerra, que no hay esperanza para un mundo mejor, solo muerte
y destrucción. Servir al Emperador y morir por él era un honor.
- Yo no creo eso- dijo una voz en la oscuridad-.
Terra es un lugar terrible. El Emperador no nos protege, allí solo hay muerte y
pobreza.
El rostro de Tarik se ilumino con el fuego
de la fogata.
- ¿Como sabes eso? -le pregunto Fabricio.
- He vivido allí desde que nací.
Tarik se unió a los chicos y les conto su
miserable vida. Era un terrano y desde pequeño había malvivido en los
alrededores del Palacio Imperial. Conocía a los Custodios, los gigantescos
guardianes del Palacio. Nos conto que eran gigantescos, más incluso que los
legionarios. Conto que desde muy pequeño, vivió por los alrededores. No tenia
padres, murieron cuando él apenas era un bebe y desde entonces estuvo solo,
como otros tantos niños de Terra. Lo único que conocía de la vida era su cara
más amarga. Lo peor no eran los Custodios. Alguno de ellos incluso le habían
dado de comer algunas veces, lo peor eran los
que se aprovechaban de su situación. Los que tenían suerte podrían caer
en manos de bandas organizadas de ladrones y los que menos eran tratados solo
como esclavos. Les conto cosas que les helaron la piel.
- Con los años me convertí en un hábil ladrón. No
había nadie quien me cogiera, ya sea robando comida o bolsas de créditos a los
ilusos. Pero hace unas semanas cometí un error. Vi aquellos dos gigantes
encapuchados y me acerque a ellos. Por su estatura y complexión, creí que no me cogerían, la
verdad es que nunca había visto un legionario. Decían que tanto los Custodios
como los Legionarios eran dioses, rápidos y letales. Yo no lo creía. Me acerque
y le arrebate la bolsa y salí corriendo, rápidamente- el chico se sonrió-, pero
creo que no fui lo suficiente. Cuando me di cuenta, aquel gigante me perseguía,
y os aseguro que los Arbitres eran lentos comparados con él. Lo intente
esquivar, salte, me arrastre, pero aquel condenado gigante me perseguía y lo
peor era que se adelantaba a mis movimientos. Finalmente me cogió con su
gigantesca mano y me levanto como si yo fuese una pluma. Me puso a la altura de
su rostro y creí que me mataría, o peor que me comería. Y entonces me hablo, me
dijo que fuera con él. Unas horas después me vi metido en una bañera, y después
vestido con ropa de petimetre. Después me metieron en una nave y ahora estoy
aquí con vosotros.
- ¿Porque quieres entrar en la Legión? – le
pregunte.
- Si os digo la verdad no lo sé. La semana pasada
estaba en clase, en una de esas clases aburridas de Historia, cuando mostraron
aquella imagen.
- ¿Que imagen?- dijo Fabricio.
- Era antigua, muy antigua y allí estaba el
gigante que me había capturado, arrodillado delante de otros tres gigantes. Uno
de ellos atrajo mi atención, no sé porque, pero me obsesiono su imagen. Su
rostro era distinto al resto, a los otros dos. Parecía simpático, le pregunte
al rememorador y me dijo su nombre, Tarik Togarddon, el mejor amigo de Loken.
Dije que yo me llamaba Tarik y que quería ser como él. Y aquí estoy con
vosotros.
- Bien creo que debemos descansar, nos espera un
día bastante largo- dijo Fabricio.
Asentí. Pero Tarik dijo algo.
- Os apuesto algo a que llegamos mañana los
primeros.
A la
mañana siguiente, después de dar veinte mil vueltas encontramos lo que parecía un camino practicable. Tarik
era muy ágil y podía meterse casi por cualquier sitio, además no había nada que
lo detuviera. Incluso por sitios que se suponía que no podíamos pasar, los
atravesaba. Y así, cuando nos dimos cuenta y después de atravesar acantilados y
riscos llegamos al sitio donde estaba el Águila. Allí estaba el sargento,
esperando.
- Hola sargento- dijo Tarik sonriendo-, creo que
somos los primero en llegar.
- No, candidato- dijo el sargento- no sois los
primeros, antes de vosotros han llegado aquellos.
Lo dijo señalando a un grupo de unos veinte
que estaban tendidos en el suelo.
- Eso si sois los primeros que llegáis por
vuestros propios medios, habéis pasado la prueba.
Un rato después, casi al acabar el día
llego el grupo de Casius y Andalecius. Con ellos venía solo un puñado de
chicos, que no pasaban de los diez.
Recuerdo que pasamos dos semanas antes de
enfrentarnos a la última y decisiva prueba. Durante ese tiempo, Radiax, Vipus y
Loken en persona nos enseñaron a manejar armas, tanto de cuerpo a cuerpo como
de fuego. No eran los bolters que usamos ahora, si no armas de las que usan la
Guardia, armas automáticas y semiautomáticas y
cuchillos de combate largos como los que usan los exploradores. Nos
tenían en jaulas de entrenamiento y allí aprendíamos algo sobre su manejo.
Pero las dos semanas pasaron y cuando ellos
creyeron oportuno, nos cogieron y nos llevaron a la última prueba. Recuerdo que
nos levantaron temprano y entramos en la Cerberus. Venian con nosotros los
tres, Vipus, Radiax y Loken.
-
Candidatos, esta es vuestra prueba decisiva-
dijo Loken con voz profunda-. Os dejaremos en este punto, y deberéis de avanzar
hasta este y asegurar un importante objetivo que hay en él. Os daremos esto a
uno de vosotros y tendréis que encontrarlo.
Loken dio el objeto a Casius. Era un
auspex, aunque en ese momento ninguno sabíamos lo que era. Radiax había
enseñado a Casius a manejarlo y eso era parte del juego, se debía de proteger a
Casius ya que era el único que podía encontrar el marcador.
-
Con esto llegareis al objetivo- continuo Vipus-
y lo buscareis. Debéis encontrarlo y traerlo a la base.
Nadie se atrevió a preguntar, ni siquiera
el deslenguado de Tarik, Andalecius asintió, así como Fabricio cerró su puño.
- No creáis que será fácil- dijo sonriendo
Radiax-. Esta zona la llamamos La
Muerte. Aquí fue donde impactaron la mayoría de las bombas víricas. Por
eso estais preparados para enfrentaros a cualquier peligro que encontréis.
- Llevareis estas armaduras. Son parecidas a las
que llevan los guardias imperiales. El casco lleva una pantalla de
monitorización, parecida a las que llevamos nosotros, además de un sistema de
respiración. Lo tenéis que llevar puesto, ya que pueden aún quedar bolsas
víricas, sobre todo en zonas interiores. Se supone que cualquier rastro quedo
borrado tras la tormenta de fuego, pero mejor así, estaréis protegidos.
Recuerdo que me vi reflejado en uno de los
mamparos de la nave. Estaba tan pulido y limpio que parecía un espejo. En el vi
a un niño asustado, con una armadura antifrag y un casco parecido al que llevan
los legionarios, que incluía un dorsal con un sistema de respiración. Era
arcaica pero serviría. Fue la última vez que me vi.
La Cerberus aterrizo en la zona de inicio
de la prueba. El grupo lo formábamos los supervivientes de la primera parte de
la prueba. Éramos Casius, Andalecius, Tarik Fabricio, Thalsan, que en aquella
época no lo conocía ni sabía quien era, unos cuantos más que ni siquiera
recuerdo y yo. En total éramos trece.
Al salir de la nave adoptamos una táctica
defensiva. Casius, que era primordial defenderlo estaba en el centro.
Andalecius era el lider, ya que Loken vio que era el que tenia más carisma de
todos nosotros.
La Cerberus partio, nos esperaría en la
posición de evacuación, si lo grabamos llegar a ella. No había margen de error,
era una lucha contra reloj. Teniamos un tiempo para hacer la misión, el tiempo
de duración de nuestras reservas de oxigeno, aproximadamente una hora. Vipus
dijo que tendríamos tiempo suficiente.
El día antes de la prueba, Andalecius y
Casius se reunieron con Tarik, Fabricio y yo y nos contaron una historia.
“Hace diez mil años, Nathaniel Garro fue
enviado en una misión a este planeta. Debían de encontrar a un legionario, uno
que formara parte del grupo que estaba reuniendo. Cuando llegaron encontraron
supervivientes, pocos, que hablaban de la Bestia, Cerberus.
Decían que era un fantasma que los acosaba
y mataba. Garro y su grupo fueron a encontrarse con el. Se enfrentaron a la Bestia,
pero cuando esto sucedió fueron atacados por los supervivientes convertidos en
demonios de Nurgle.
La Bestia, Garro y sus legionarios
derrotaron a los demonios, pero Cerberus se enfrento con Garro en un duelo. Garro
sabía quien era Cerberus, así que
intento hacerle el menor daño posible, pero la Bestia, atacaba con todas sus
fuerzas. Al final Garro venció a la Bestia y el mismo al final se reconoció con
quien era, Loken. Según dicen, vivía en un subterráneo, como único compañero de
los restos de su mejor amigo, Tarik Togarddon, al cual había arrancado su
semilla genética...”
Ahora yo lo veía con mis propios ojos.
Estaba allí, en aquel lugar maldito. Había pintadas en las paredes que
decían “Huid traidores, la Bestia os
alcanzara” o escritos como “Cerberus, Legión de Uno”. Hasta ese momento no vi
que eran reales.
Avanzábamos rápido en grupo. Tenía casi
nueve años, no sabia nada de tácticas ni de nada. Ninguno sabíamos nada, éramos
solo un grupo de niños jugando a ser legionarios. Aún asi, seguíamos adelante,
según nos iba indicando el auspex de Casius.
- Parad, - dijo Casius- este es el lugar.
- ¿Estas seguro?- recuerdo la voz de Andalecius
hablando a través del comunicador.
- Si- corroboro Casius-, este es el lugar.
- Disposición defensiva- dijo Andalecius.
Tarik, Fabricio y yo nos colocamos en
posición. Llevábamos armas de fuego, unas versiones primitivas de los bolters,
que no hacían ni la mitad de daño que estos.
Observaba a mí alrededor, cuando note
algo, un parpadeo casi imperceptible y
hable.
- Creo que he visto algo moverse- dije.
- No me acojones Kernya- dijo Fabricio casi en un
suspiro.
- Vamos o nos quedamos, chicos- dijo aseverando
Tarik-, veremos quien se atreve con nosotros.
- Deberíamos de comunicarse al resto- volvió a
decir Fabricio.
- Podemos hacerlo nosotros- dijo Tarik- , es
nuestra misión, somos capaces.
Mire a Tarik y vi en su mirada decisión.
Era la primera vez que la veía, algo que ya estoy acostumbrado.
Así que, Tarik, Fabricio y yo avanzamos,
muertos de miedo, hacia donde habíamos visto las sombras. Íbamos en formación,
imperfecta desde mi forma de verla ahora. Yo era la punta de lanza y Fabricio y
Tarik iban unos pasos por detrás. Avanzábamos con cuidado, midiendo nuestros
pasos, como nos habían enseñado.
Llegamos al punto donde había visto yo el
parpadeo.
- Nada- dijo Fabricio-, ¿Estas seguro de que viste
algo?
Asentí…
- Volvamos- dijo Fabricio.
- Investiguemos un poco más- dijo Tarik. A decir
verdad aquello le divertía y gustaba. Sabia que los dos teníamos miedo.
-
Observe a mí alrededor. Eran los restos de una
edificación antigua, muy antigua, y estaba cubierta de un polvo negruzco, que
se pegaba a todo. La oscuridad nos rodeaba, incluso mirando a través de los
dispositivos instalados en los cascos.
- Esto no me gusta- dije con voz asustada.
- Aquí no pasa nada- dijo Tarik, su voz sonaba
tranquila y divertida a la vez-, si hubiera alguien o algo creo que llevaría
mucho tiempo muerto.
Fabricio lo miro. La mirada de Fabricio era
como la mirada de alguien a quien quisieras fulminar. Sabía que Tarik se estaba
riendo de nosotros.
- Sois tontos si cr…
Tarik no pudo terminar la frase. Un alarido
helo mi sangre y creo que la de los tres. Era un alarido salvaje, casi de un
animal, más que de una persona. Apunte con mi arma hacia donde creí que salía
el sonido. Dispare….
Tarik y Fabricio, contagiados por mi
también dispararon. Nuestra siguiente reacción fue la de correr. No sé
exactamente por que, ni siquiera ahora, con mi cerebro mejorado, pero nuestros
instintos decían que eso era lo mejor.
Y eso hicimos, corrimos, como nunca
habíamos corrido hasta que nos encontramos con el resto.
Andalecius nos miro, atónito.
-
Bueno que pasa- dijo Tarik con chulería- nunca
has visto corriendo a nadie.
- Mirad detrás de vosotros- solo eso pudo decir
Andalecius.
Nos giramos y los vimos. Eran cosas
asquerosas, pensé. Ahora los reconocería como un peligro inminente y gracias a
mi naturaleza mejorada no serian más que una molestia indeseable.
Pero entonces yo no era como ahora, solo
era un chiquillo, y los que estaban allí no eran mis compañeros de la
actualidad, solo eran unos chiquillos asustados como yo.
Andalecius fue el primero en reaccionar y
vi como le daba algo a Thalsan y le decía que se fuera con el resto a la
posición de rescate. Dio un paso adelante y nos miro.
- Vamos a demostrarles a esos que somos Lobos
Lunares- dijo con voz grave, demasiado grave para ser solo un niño.
Su fuerza de convicción se nos contagio al
resto. Cogí el arma y apunte aquellas cosas.
Eran como seres humanos, pero estaban
envueltos en una neblina de putrefacción,
y muchos tenían arrancados miembros. Les faltaban parte de sus rostros y
algunos enseñaban sus órganos internos, ya podridos. Se acercaban a nosotros,
lentamente, pero con paso firme. Dispare.
La primera ráfaga hizo que la línea
delantera de enemigos cayera al suelo. Estaban muertos, o eso suponíamos
nosotros. Cargue mi arma y me prepare para la siguiente descarga. Fabricio
estaba a mi lado y me miro.
- Kernya, ahorremos munición, a la cabeza.
Asentí. Dispare de nuevo pero solo un
disparo, como dijo Fabricio en su cabeza. Esta reventó como un globo y el
enemigo cayo al suelo. Al ver lo que hice, el resto me imito.
Por nuestros disparos bien dirigidos los
enemigos caían unos tras otros. La verdad no sabíamos cuantos habría, ya que
cuando matábamos a uno, dos lo remplazaban.
- Debemos salir de aquí- dijo Casius.
- Si- dijo Andalecius- Casius lidera el equipo,
llévate a Tarik contigo. Vosotros dos conmigo en retaguardia.
Tarik y Casius iban delante. Habíamos
andado unos trescientos metros cuando tuvimos que parar otra vez. Los enemigos
continuaban saliendo, al parecer de todos sitios. Casius, con el Auspex detecto
varios cientos de formas de vida.
- ¿No decían que no había sobrevivido nadie al
bombardeo?- dije casi sin aliento.
- Eso decían- me contesto Tarik sonriendo-, la
verdad es que esos parecen estar más muertos que vivos.
- No sé que son esas cosas- dijo Fabricio- , pero
lo único se que se pueden matar, o al menos detener.
- Ya queda poco para llegar a la zona de
evacuación- dijo Andalecius- allí nos esperan los legionarios. Ellos nos
explicaran que pasa.
- Ellos sabían que esas cosas estaban aquí- dijo
Tarik-, esto es la prueba final. Si sobrevivimos seremos candidatos a Lobos
Lunares.
- ¿Quieres decir que lo han hecho a posta?-
pregunto Casius sorprendido.
- ¿Tu que crees?- le respondió Tarik- . Ellos saben
perfectamente lo que hay aquí. Nos entrenan durante dos semanas, nos enseñan a
manejar un arma y tú tienes dudas. La prueba no es llevar el objeto, la prueba
es llegar vivo a la zona de evacuación…
Nos miramos unos a otros. Lo que decía Tarik
tenia sentido, además era lo que todos pensábamos. Ellos lo sabían, sabían lo
que había allí y por eso nos habían llevado. Teníamos que demostrarles que éramos
capaces de sobrevivir a esto.
Andalecius dio un paso adelante y nos
hablo.
- Todo eso ya no vale para nada. Estamos rodeados.
Nuestra misión es llegar a la zona de evacuación ¿no? Pues adelante. Quieren
que les demostremos que somos buenos candidatos para ser Lobos Lunares. Les
demostraremos que no solo somos eso, somos unos legionarios de los Lobos
Lunares.
Todos asentimos. En aquel momento me di
cuenta de una cosa. Andalecius era un líder nato, se metía a la gente en el
bolsillo y nos hacia creer a nosotros, un puñados de niños muertos de miedo.
Cargue mi arma. Aquello no era un bolter,
solo era una arma semiautomática antigua, anterior a las Guerras de
Unificación. Arteus la había trucado para que aceptara munición normal, de la
que usaba la Guardia Imperial durante la Cruzada. Pero teníamos una sorpresa, que no nos esperábamos.
Teníamos munición perforante. Lo descubrió Casius, casi por casualidad. Los
cargadores eran de distinto color, llevaban una capsula de color rojo. Aquello
nos iba a salvar la vida.
Nos dividimos en dos grupos, Andalecius iba
en el centro, como punta de lanza, yo iba a su derecha y Fabricio a su izquierda.
Tarik me cubría las espaldas y Casius a Fabricio. Salimos al descubierto y
comenzamos a disparar contra los enemigos.
La nueva munición partía, literalmente a
nuestros enemigos. Una sola bala, un solo disparo lo destrozaba, los partía en
dos. Nuestros disparos combinados nos hacían avanzar rápidamente. Y mientras avanzábamos
dejábamos detrás de nosotros un reguero de cuerpos desmembrados, cabezas
arrancadas.
Cuando nos dimos cuenta, de entre los
edificios en ruinas, apareció ante nosotros la silueta de la Cerberus. Cuando la distinguí, algo
asalto mi alma, mi corazón latía con más fuerza.
-
Mirad, la nave- dije.
Corrimos disparando. Mientras avanzábamos más
enemigos salían, de quien sabe donde. Pero nadie nos podía detener, nadie, disparábamos
a todos y cada uno de los enemigos que se nos cruzaban. Cuando nos dimos
cuentas estábamos a unos veinte metros de la nave. Distinguí las armaduras, dos
de color blanco grisáceo y una de color verde marino. Estaban allí, esperándonos.
Los tres.
-
Ahora- dijo Andalecius.
Corrimos, aunque la distancia que nos
separaba de la nave era corta. Pero solo éramos unos niños humanos, no unos
astartes como ahora. Ahora solo hubiéramos tenido que dar unos pasos. En ese
momento, esos pasos eran kilómetros para nosotros. Avanzábamos disparando,
matando a todo lo que se ponía por delante de nosotros, ya faltaba poco, muy
poco, cuando vimos una sombra, una sombra gigantesca que se interponía entre la
nave y nosotros.
Nos paramos en seco. Delante de nosotros
estaba un ser gigantesco y distinto al resto. Vestía una armadura gris piedra,
con adornos de color verde y llevaba como anagrama en una de sus hombreras un cráneo
coronado por un círculo de estrellas. En aquel momento no sabia lo que era,
pero ahora si. Guardia de la Muerte. Aquel ser, seguramente fue alguno de los
miles de legionarios que murió en aquel infierno, asesinado por el ataque vírico.
Disparamos nuestras armas, pero nuestros
disparos rebotaban en su armadura. Era el único escollo que nos impedía llegar
a la nave. Oímos algo parecido a una risa, pero era un sonido callado y
estridente a la vez, casi rasposo. Aquel ser se estaba riendo.
Nos miramos unos a otros. Estábamos tan
cerca y aquel gigante nos impedía nuestra victoria, nuestro ascenso. Tarik fue
el primero en reaccionar.
- ¡ Eh, tú!, pedazo de mierda viscosa- le dijo con bravuconería-,
si nos quieres ven aquí, vas a saber lo que es un Lobo Lunar.
Y al decir esto lanzo un grito y se lanzo
hacia el enemigo. Aquello no tenía lógica ninguna, ya que nosotros no teníamos
ni las armas, ni la fuerza para enfrentarnos a él. Pero todos seguimos a Tarik y
rodeamos al Guardia de la Muerte. Le disparamos con muestras armas, pero la
armadura que llevaba desviaba nuestra munición. Era una armadura Cruzada, y
entre las sombras que le rodeaban distinguí un punto en el cual la carne
putrefacta del legionario afloraba. Dispare a ese punto.
El enemigo cedió, y el resto se dio cuenta
e hicieron lo mismo. Nuestros disparos le arrancaban la carne muerta y aquello
nos acercaba mas a la nave.
- Corred- dije- id hacia la nave os cubriré lo que
pueda.
Todos corrieron y yo me quede retrasado
disparando a aquel ser. Sabia que podría con el ya que mis disparos lo estaban
debilitando, cortando su conexión con la Disformidad. Dispare, una y mil veces,
pero llego un momento que mi arma amartillo, y entonces me di cuenta que no
tenia munición, nada. Corrí, corrí como nunca había corrido antes, Huyendo de
aquel ser, para llegar a la nave.
Pero no fui lo suficientemente rápido ya
que una de sus manos consiguió coger uno de mis pies. Sentí como una fuerza
irresistible tiraba de mí. Había llegado al final, y estaba tan cerca de la
nave. Cerré mis ojos y espere el abrazo de la Muerte.
Y en ese momento hoy el sonido. Era un
sonido conocido, mecánico. Abrí los ojos justo en el momento que Loken cortaba
su brazo desprotegido con su espada sierra.
- Corre hacia la nave- me dijo.
Corrí, pero de repente me pare en seco y me
di la vuelta y entonces lo vi.
Vi como Loken se enfrentaba al monstruo,
como Loken, luchaba con él y como con su espada lo destrozaba y cortaba en
trozos. La armadura podría resistir los impactos, pero los afilados dientes de
la hoja de sierra de la espada no. Loken se movía con una rapidez letal,
esquivando los ataques de aquel monstruo, y cuando tenía oportunidad le atacaba
sin piedad. Vi sus movimientos, perfectos, como paraba cada ataque y respondía
con un puñetazo o una patada. Vi como,
al final con el enemigo de rodillas, Loken le cortó la cabeza. No fue un movimiento
brusco, como esperaba, si no uno elegante y casi sin esfuerzo. El gigante cayó
muerto.
Mire a Loken y este me miro. Y me sonrió,
vi como me sonreía y como se acercó a mi.
- ¿Estas bien?- me dijo.
Yo no podía hablar, así que asentí. Por
segunda vez me había salvado la vida, la primera en Tallarn y ahora allí. Di
media vuelta y entre en la cañonera, con Loken detrás mía.
En la cañonera habíamos ocho candidatos.
Fabricio, Casius, Andalecius, Tarik, Thalsan, dos chicos más y yo éramos los únicos supervivientes del
grupo.
Nos aceptaron como candidatos a Lobos
Lunares. Nuestra andadura solo había comenzado. Recuerdo que varias semanas después
nos llevaron al edificio donde Dremis había instalado el Apothecarion, donde
nos convertirían en astartes. Recuerdo como, nos metieron en unos tubos, pero
aparte de eso nada más, solo dolor, mucho dolor y sufrimiento.
No sabia cuanto tiempo había pasado, tal
vez unos días, unas semanas cuando pude levantarme. Casi arrastrándome llegue
hasta un espejo y en el vi mi reflejo. Ya no era el niño débil y asustadizo. Mi
cuerpo había cambiado, era más musculoso y mi altura también había cambiado. Mi
rostro era el mismo, casi el mismo, pero mi cuerpo no.
Después me entere que solo Andalecius,
Casius, Fabricio, Tarik, Thalsan y yo habíamos resistido el cambio. Los otros
dos chicos habían muerto en la sala de operaciones.
La imagen de la antigua ciudad subterránea desapareció
de la vista de Kernya, volviendo a la realidad. Ante él estaba la Academia de
Isstvan III, así como su habitación. Miro su cuerpo, y no era el mismo. Una de
sus piernas era una prótesis y uno de sus brazos era bonico. Y se miro en un
espejo, y vio su rostro, el rostro de aquel niño asustadizo, aún detrás de los implantes
que tenia instalados.
Ando unos metros, cogió sus armas y se dirigió
al Templo de las Legiones. Allí se reuniría con el resto de su Legión, con el
resto de los Lobos Lunares.